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Andrés Torres Queiruga defiende la profundidad teológica de Francisco

El papa pastor frente al restauracionismo preconciliar

"El blanco al que dirigen los disparos lleva el nombre de Kasper, pero el objetivo real es el papa"

23 Dic 2014 - 10:15 CET
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(Iglesia Viva).- Andrés Torres Queiruga, del Consejo de Dirección de Iglesia Viva (ver sus artículos) debate en este artículo contra quienes (como Olegario González de Cardedal) añoran un papa profesor (Ratzinger). Andrés, en cambio, defiende la profundidad teológica del papa pastor Francisco.

(Tomado del nº 190 (2014) de Encrucillada. Revista Galega de Pensamento Cristián)
Sorpresa y escándalo

La sorpresa ha sido mayúscula, hasta el escándalo. Cinco cardenales -a los que, de manera inesperada y muy poco comprensible, se había adelantado el Prefecto para la Congregación de la Fe[1]- escriben un libro claramente dirigido contra la intención del papa al convocar el Sínodo; y anuncian, de manera estratégica, su publicación con la intención no disimulada de influir en los resultados.

El blanco al que dirigen los disparos lleva el nombre de Kasper, pero el objetivo real es el papa. Por lo demás, cada vez lo disimulan menos. Y por debajo, la consigna inequívoca, dicha en voz baja o cómplicemente callada y sobreentendida: esperar a que escampe, mantenerse a la espera en resistencia sorda y pasiva, hasta que las aguas vuelvan a su curso. Para que quede claro, lo definen y lo proclaman desde el mismo título: ellos son los que «permanecen en la verdad de Cristo»[2]. La conclusión obvia es que el papa actual nos está apartando de ella…

La pregunta es: ¿qué está pasando en la iglesia? Un gesto de este calibre era simplemente impensable en el pontificado anterior, que -por otra parte y como es bien sabido-fulminaría sin compasión a sus protagonistas. Lo que indica a todas luces que, en realidad, se está exigiendo una vuelta atrás. Y se exige con un presupuesto implícito que, a medida que pasa el tiempo, se explicita sin rubor: este pontificado está equivocando el rumbo, porque el verdadero era el que han marcado e impuesto los dos anteriores.

Y, por debajo de todo, está la descalificación soterrada e indirecta, pero que no puede ocultar ni la superioridad eurocéntrica ni el aura de la falsa superioridad. El nuevo papa es del tercer mundo y no puede compararse a un intelectual del primero: ni siquiera viste bien y abandona la solemne residencia que custodia, apoya y hace bien visible la grandeza papal; habla en lenguaje normal y dice cosas que entiende todo el mundo, sin la elevación que dan el empaque intelectual y las altas discusiones académicas. En definitiva, es un pastor, que encima huele a oveja, y no un profesor que monta cátedra e impone teología. Al final, sin que su disparate teológico haya sido desmentido por el grupo públicamente confesional al que pertenece, aparece Antonio Socci, como el diagnosticador pretencioso y definitivo: él ya ha averiguado que, después de todo, el papa no es papa, que Bergoglio «no es Francisco»[3]. Papa es únicamente el que -en gesto voluntario, responsable y que lo honra para siempre- ha dejado voluntariamente de serlo…

La pregunta sigue imponiéndose: ¿qué está pasando? Y uno no puede menos de volver la vista atrás, hacia las causas en la historia.

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