(Jairo del Agua).- Una piadosa lectora de este artículo -publicado en parte hace un tiempo- se llenó de gozo tras su lectura. Pero, después, le entraron escrúpulos sobre su ortodoxia. Escribió rápidamente a un jesuita de su confianza, le adjuntó el texto y le preguntó sobre su fiabilidad. El sacerdote le respondió que nada había que temer, que lo recogido en el artículo era correcto y conocido por los teólogos. Pero que el título era provocativo y podría escandalizar.
Ciertamente, el título es intencionadamente provocativo. Pretende romper el tabú de un «dios sádico», predicado durante siglos. Pretende descolgar a los católicos de una perniciosa «tradición de barro». Pretende animar a los curas a reconocer el error y predicar la verdad radiante que hoy podemos contemplar. Me rebelo públicamente contra esa ignorancia o indiferencia en la que muchos siguen instalados.
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