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Grandes caballos de la historia

07 Jun 2010 - 16:06 CET
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Hemos recopilado algunos relatos sobre los caballos más famosos de la mitología y de la historia. Aunque evidentemente no está todos… Es más, si sabéis de alguna historia y nos la queréis mandar, la publicaremos encantados.

El caballo de los dioses, PEGASO

 «Pegaso» fue el primer caballo que consiguió estar entre los dioses de la Mitología Griega y los habitantes del Olimpo. Era el caballo de Zeus, el dios soberano y amo del Cielo y la Tierra., y el encargado de conducir el Carro de Aurora que anuncia el día, antes del amanecer.

 El «caballo volador» nació del chorro de sangre que brotó cuando Perseo cortó la cabeza a Medusa, una de las tres Gorgonas.

 «Pegaso», creció y vivió sus años de potro en las laderas y los verdes prados del monte Olimpo, era un bello ejemplar del tipo «sículo», cruce del ario y del persa, de color blanco. Estaba dotado de alas y volaba por los aires, cuando no corría «como el viento» por la tierra, de hecho fue el caballo más rápido que ha existido y el símbolo de la velocidad, pero además, fue el primer medio de comunicación y transporte que se elevó por los aires. De ahí las numerosas fábulas que le atribuyeron los griegos y el lugar destacado que ocupa en la mitología y en la historia del caballo aunque no fuese un caballo de carne y hueso.

El caballo de Aquiles, JANTO

 Después de «Pegaso», el caballo de los dioses, no hay más remedio que hablar de «los caballos de la Ilíada», ya que sin ellos no se concibe la obra de Homero…ni la guerra de Troya.

 «Janto» junto con «Balio» formaban la pareja de «caballos inmortales» que Peleo recibió al casarse con la nereida Tetis, de cuya unión nació Aquiles. La yegua que los parió se llamaba «Podarga».

 Se asegura de «Janto» que, aunque de origen divino e inmortal, era un caballo negro y de pura sangre persa, tenía tres años y estaba dotado de patas vigorosas que le capacitaban para correr a mayor velocidad que la mayor parte de sus congéneres. Por su parte, «Balio» era de color blanco e igualmente rápido. Esta rapidez de ambos era lo que impedía que Aquiles pudiera uncir a su carro otros dos caballos que era lo habitual entre los griegos.

El caballo de Alejandro Magno, BUCÉFALO

 Alejandro fue el hijo primogénito del rey de Macedonia, Filipo II, a los dieciséis años, guerreaba ya como un experto y hacía de «regente» en ausencia de su padre. Dos años más tarde era el jefe de la caballería. A los veinte años subió al trono y fue rey hasta su muerte, acaecida trece años más tarde.

 Según la leyenda fue en sus tiempos de jefe de la caballería cuando pidió a su padre que le proporcionase «caballos de Tesalia» por ser los mejores del mundo para la guerra. Y eso hizo el rey Filipo.

 «Bucéfalo» que era de color negro azabache y una estrella blanca en la frente con forma de «cabeza de buey», despertaba el asombro de todos por su belleza, su poderío y su rebeldía….

 Cuenta Plutarco en «Vidas paralelas: Alejandro y César» que el encuentro entre Alejandro y «Bucéfalo» se produjo de la siguiente manera: «Trajo un tesalino llamado Filónico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y habiendo bajado a un descampado para probarlo pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo y dio orden de que se lo llevaran por ser fiera e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente dijo:

-Qué caballo nos perdemos!¡Y todo por no tener conocimientos ni resolución para manejarlo!

A lo que replicó Filipo, algo molesto por la suficiencia de su hijo:

-¿Acaso tú lo manejarías mejor que estos que tienen más años y más experiencia que tú?

-Por supuesto que sí; a este ya se ve que lo manejaré mejor que nadie -respondió Alejandro.

-¿y cuál ha de ser la pena de tu temeridad -preguntó Filipo- si no lo consigues?

-¡Por Zeus -exclamó el joven- , pagaré el precio del caballo!

 Echáronse a reír y convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba. Pásolo después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle y aún tocarle le hizo estarse quieto. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones. Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dió la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación. Más del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó le dijo:

-¡Hijo mío, busca un reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes!»

 Alejandro salió de Grecia para hacer el imperio más grande de la antigüedad…y siempre a lomos de «Bucéfalo», el caballo más rápido y resistente que ha existido. Entre ambos, construyeron un imperio de más de veinte millones de kilómetros cuadrados.

El caballo de Aníbal, STRATEGOS

 Aníbal fue un gran jefe militar, sin embargo, lo que le elevó a la categoría de «mito universal» fue su hazaña de atravesar los Alpes con un ejército de más de cincuenta mil hombres, diez mil jinetes y medio centenar de elefantes…y vencer a los romanos en su propio feudo.
«Strategos» -en griego «General»- fue «el caballo de los Alpes», aquel con el que culminó la hazaña del gran Ejército y los elefantes. Al parecer, era un caballo impresionante, de gran alzada y color negro azabache, inquieto, agresivo en la carrera y fácilmente manejable en el combate (y no hay que olvidar que los cartagineses montaban sus caballos sin freno, sin bocado y muchas veces sin bridas). que se había hecho traer de la Tesalia griega en un afán de imitar a su gran ídolo juvenil: Alejandro Magno.

El caballo de Calígula, INCITATUS

 De todos los caballos de Roma, incluyendo el de Julio César, el más famoso, sin duda, es el del emperador Calígula. Se llamaba «Incitatus», es decir, «Impetuoso», y al parecer era de origen hispano, lo cual no sorprende, pues Roma importaba cada año de Hispania alrededor de 10,000 caballos. Calígula, por lo visto, llegó a adorar a la noble bestia hasta el punto de que mandó construir para él una caballeriza de mármol y un pesebre de marfil…y más tarde una casa-palacio con servidores y mobiliario de lujo para que recibiese a las personas que le mandaba como invitados.
 La leyenda asegura que el joven emperador comía y dormía en los establos, junto al caballo, los días de las carreras…, y para que nada ni nadie turbase al equino, ya desde la víspera decretaba el «silencio general» de toda la ciudad bajo pena de muerte a quien no lo respetase.
Se cuenta que en una de aquellas carreras, a pesar de todo, perdió «Incitatus» y que Calígula no pudo contenerse y mandó matar al osado auriga, pero diciéndole al verdugo aquello de «Mátalo lentamente para que se sienta morir».

El caballo de Julio César , GENITOR

 Caballo extraordinario, casi con pies de hombre y con pezuñas hinchadas a manera de dedos, nacido en casa de propio Julio Cesar y habiendo los arúspices predicho que su dueño tendría el imperio del mundo, este lo alimentó con gran cuidado y fue el primero en montarlo, al no consentir ningún otro jinete; más tarde hizo levantar incluso una estatua de éste delante del templo de Venus Genetrix.

 Parece ser que «Génitor» -o sea, creador, padre o reproductor- fue llamado así por César en recuerdo de su padre muerto, cuando tan sólo tenía él catorce o quince años.

 Con este caballo de «pies de hombre» fue con el que pasó el Rubicón cuando la noche del 12 de Enero del año 50 A.C. (calendario «Juliano) e decidió por la guerra civil y la conquista del Poder.

El caballo de Mahoma, LAZLOS

 «Lazlos», el caballo del desierto, fue el primer caballo real que tuvo Mahoma, el que precedió a la «espada»…aquel caballo que le regaló el gobernador del Egipto en los primeros años de la Egira.

 Con este caballo hizo Mahoma su primera peregrinación real a La Meca, aunque sin abandonar todavía su camello favorito («Al Qaswá») pero se dice que fue este espléndido animal el que inspiró a Mahoma su gran pasión y su amor por los caballos, y especialmente por las yeguas….y el que le movió a escribir y proclamar «El diablo nunca osará entrar en una tienda habitada por un caballo árabe».

 Más tarde, y preocupado por la supervivencia «pura» de la raza equina, escribiría en el mismísimo Corán esta máxima: «Cuantos más granos de cebada proporciones a tu caballo, más pecados te serán perdonados…», lo cual justifica con creces la relación hombre-caballo, que duró trece siglos, y la grandeza del caballo «Árabe», el más bello y hermoso de los caballos del Mundo.

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