Sus seguidores no solo lo adoraban, sino que también le obedecían fervientemente, convencidos de que su misión era salvar al mundo.
En noviembre de 2012, el grupo cometió un atroz crimen al quemar vivo a un recién nacido en una hoguera, a quien el líder sectario llamó el «anticristo».
Este acto horrorizó al país y llevó a «Antares de la Luz» a fugarse a Perú, convirtiéndose en el fugitivo más buscado por la policía chilena. Meses más tarde, fue hallado sin vida en la ciudad de Cusco, a los 35 años.
Su historia es el tema central de un nuevo documental de Netflix titulado «Antares de la Luz: la secta del fin del mundo», estrenado el 25 de abril.
El filme, dirigido por Santiago Correa y producido por la compañía chilena Fábula, revela detalles inéditos sobre el funcionamiento de la secta y presenta entrevistas exclusivas con exmiembros, incluido Pablo Undurraga, quien fue cercano a Ramón Castillo Gaete, alias Antares de la Luz.
La historia de Antares de la Luz -Ramón Castillo Gaete, criado en Santiago en una familia de clase media, se unió a un grupo musical andino llamado Amaru después de estudiar música y enseñar en una escuela para niños vulnerables. Sin embargo, su personalidad comenzó a cambiar durante un viaje a China con su banda, y a su regreso a Chile, empezó a atraer seguidores a través de grupos de meditación en 2009.
La mayoría de los seguidores de la secta tenían historias de infancia difíciles y problemas emocionales, lo que los hacía susceptibles a las enseñanzas de Antares de la Luz. La secta se estableció en varias ubicaciones en Chile antes de asentarse en Colliguay, Valparaíso.
Inicialmente, la secta se centraba en seminarios y talleres de meditación, pero con el tiempo, las restricciones y el adoctrinamiento se intensificaron. Antares ejercía un control total sobre sus seguidores, dictando sus actividades diarias, incluso en temas como el sexo y la alimentación. Como parte de sus rituales, a menudo consumían ayahuasca, una planta alucinógena.
El crimen más impactante de la secta ocurrió en 2012 cuando Natalia Guerra, una seguidora embarazada, dio a luz a un niño al que Antares declaró como el «anticristo». Dos días después de su nacimiento, el bebé fue quemado vivo en una hoguera, siguiendo las órdenes del líder.
La investigación y el fin de la secta La promesa de un apocalipsis en diciembre de 2012 no se cumplió, lo que llevó a algunas fisuras dentro del grupo. Cuando uno de los miembros clave, Pablo Undurraga, decidió escapar con su novia, otros comenzaron a dudar y a cuestionar las acciones de Antares.
La denuncia anónima de los acontecimientos llevó a una investigación policial en 2013, y en abril de ese año, los miembros de la secta se entregaron a la policía. Solo Pablo Undurraga y Natalia Guerra recibieron penas de cárcel efectivas, mientras que Antares de la Luz huyó a Perú.
Finalmente, fue encontrado muerto en Cusco en mayo de 2013, poniendo fin a la búsqueda. A pesar de más de una década de los eventos, el caso sigue siendo impactante en Chile, dejando preguntas sobre cómo un líder carismático pudo manipular a sus seguidores hasta cometer uno de los crímenes más atroces en la historia reciente del país.
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