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ÚLTIMAS COMIDAS ANTES DE LA EJECUCIÓN

De Ted Bundy y otros asesinos: las últimas cenas más chocantes del corredor de la muerte

Litros de helado, filetes gigantes, hamburguesas triples y una aceituna entre los platos elegidos por condenados a muerte antes de su ejecución

Mario Lima 20 Ago 2025 - 16:58 CET
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El momento previo a la ejecución de un condenado a muerte es uno de los más intensos y simbólicos del sistema penitenciario.

Entre la burocracia y el drama humano, existe un ritual peculiar: la elección de la última comida.

A día de hoy, 20 de agosto de 2025, este detalle sigue generando debate, curiosidad y hasta cambios legislativos en Estados Unidos.

La última cena de los condenados a muerte es un ritual cargado de simbolismo, mitos y excentricidades, especialmente en países como Estados Unidos, donde se permite a los presos elegir su última comida antes de la ejecución, aunque con restricciones como presupuestos limitados o la prohibición de alcohol.

El ritual de la última cena es visto por algunos como un acto de humanidad, pero otros, como el activista Lawrence Hayes, lo consideran una forma de aliviar la culpa de los verdugos más que de consolar al condenado. En Texas, tras el caso de Lawrence Russell Brewer, se argumentó que era inapropiado otorgar un privilegio que los condenados no ofrecieron a sus víctimas, lo que llevó a servir la misma comida de prisión a todos. Además, las elecciones suelen reflejar recuerdos personales o comidas reconfortantes: hamburguesas, pollo frito, helado, conectando al condenado con su pasado.

Este ritual, aunque fascinante, también pone en cuestión la moralidad de la pena de muerte, ya que humaniza a los condenados mientras la sociedad decide su destino final, generando un contraste entre lo cotidiano de comer y lo definitivo de la ejecución.

LOS MENÚS

Los menús solicitados por los presos son tan diversos como sus historias personales.

Desde litros de helado hasta filetes gigantes, hamburguesas triples o una simple aceituna, cada plato parece esconder un mensaje final, una declaración silenciosa o una búsqueda desesperada de consuelo.

El corredor de la muerte, lejos de lo que muestran las películas, es un escenario donde lo absurdo y lo humano se mezclan con naturalidad.

La historia reciente está marcada por elecciones singulares que han trascendido lo gastronómico:

Nombre Última comida solicitada Fecha ejecución Curiosidad destacada
Lawrence Brewer Filetes empanados gigantes, hamburguesa triple, tortilla carne/queso, okra frita 2011 No tocó ningún plato
Timothy McVeigh Dos tarrinas grandes helado menta/chocolate 2001 Pedido simple tras gran atentado
Ricky Ray Rector Bistec, pollo frito, refresco cereza, pastel nueces pecanas 1992 Quiso guardar el pastel para después
Víctor Feguer Una aceituna con hueso 1963 Esperaba que brotara un olivo
Ted Bundy Menú tradicional prisión (filete/huevos/hash browns/tostadas/leche/zumo) 1989 No comió nada

Entre litros de helado y hamburguesas triples: análisis social y psicológico

La elección del último menú tiene un trasfondo psicológico evidente. Algunos presos buscan comodidad en sabores asociados a su infancia; otros dejan mensajes políticos o espirituales. Hay quienes rechazan comer o escogen algo absurdo para subrayar su indiferencia ante el sistema.

La tradición fue durante años una muestra mínima de compasión institucional antes del cumplimiento de la sentencia máxima. El chef Brian D. Price llegó a preparar cerca de 300 últimas cenas entre 1991 y 2001 en Texas; cada plato era cubierto cuidadosamente «como muestra de respeto» antes del traslado al recluso. Tras la polémica con Brewer, Price defendió ante CNN mantener este gesto humanitario: “¿No podemos mostrar nuestro lado compasivo?”.

Anécdotas y curiosidades sobre los condenados

Mitos:

  1. Venganza de los espíritus: Un mito antiguo, especialmente en algunas culturas, sugería que ofrecer una última cena era una forma de apaciguar el alma del condenado para evitar que regresara como espíritu vengativo. Aunque esta creencia no está documentada en prácticas modernas, persiste en el imaginario popular.
  2. Indicador de inocencia: Estudios, como el del Laboratorio de Alimentación y Marcas de la Universidad de Cornell, han sugerido una correlación entre rechazar la última cena y la proclamación de inocencia. Aproximadamente el 72 por ciento de los que negaron su culpabilidad no pidieron una comida especial, comparado con solo el 8 por ciento de los que admitieron su crimen, lo que lleva a especular que la elección de la comida podría reflejar la percepción de inocencia del condenado. Sin embargo, esto no es concluyente y podría ser manipulado por reos conscientes de esta interpretación.

Excentricidades:

  1. Peticiones extravagantes: Algunos condenados han hecho solicitudes inusuales. Por ejemplo, Lawrence Russell Brewer en Texas pidió un menú excesivo en 2011: dos filetes de pollo, una hamburguesa triple, tortilla de queso, medio kilo de carne a la barbacoa, etc., y luego no lo comió, lo que llevó a la abolición de la última cena personalizada en Texas.
  2. Simbolismo poético: Victor Feguer, ejecutado en Iowa en 1963, pidió una sola aceituna con hueso, con la esperanza de que un olivo creciera de su cuerpo como símbolo de paz. Aunque algunas fuentes dicen que pidió una aceituna sin hueso, la leyenda persiste como un gesto poético.
  3. Minimalismo o rechazo: Algunos optan por la simplicidad, como Aileen Wuornos, quien pidió solo una taza de café, o Gary Mark Gilmore, quien pidió seis huevos duros, pan y café, pero solo tomó el café. Otros, como Ángel Nieves Díaz, rechazaron la comida por completo.
  4. Peticiones con trasfondo: Philip Workman, ejecutado en 2007, pidió que su última cena fuera una pizza vegetariana para una persona sin hogar, aunque su solicitud fue denegada. Este gesto altruista contrasta con el crimen por el que fue condenado.
  5. Comidas copiosas: Gary Carl Simmons Jr., ejecutado en 1996, pidió un festín que incluía dos pizzas, diez botes de queso parmesano, Doritos, Cherry Coke, y helado de frambuesa, logrando consumir la mitad.

El futuro incierto del último menú

Con la abolición progresiva en varios estados norteamericanos del derecho a elegir última comida especial (Texas fue pionero tras el caso Brewer), la tradición se diluye entre restricciones presupuestarias y debates éticos. Hoy día muchos presos reciben simplemente lo mismo que cualquier otro interno.

El menú final sigue siendo símbolo potente: refleja humanidad frente al rigor extremo y recuerda que incluso los peores criminales conservan hasta el último momento un gesto personal e irrepetible.

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