Michael Gerson .- La administración Obama carece de una ideología política exterior cualquiera por principio ideológico. Pronunciando recientemente un discurso en el Consejo de Relaciones Exteriores, la Secretario de Estado Hillary Clinton afirmaba, «Las ideologías rígidas y las viejas fórmulas no valen.» El testigo ha pasado a una nueva generación de estadounidenses – moderada por el pragmatismo, orgullosa de sus premisas de apariencia inteligente que son completamente arbitrarias y dispuesta a considerarlo todo caso a caso.
Pero aun careciendo de ideología, la administración sí tiene una doctrina. El principio que define la política exterior del Presidente Obama es el aperturismo a los enemigos de América. Gran parte de la diplomacia pública del presidente ha sido diseñada para despejar un camino claro a esas conversaciones – expresando respeto a agravios legítimos, disculpándose por errores del pasado y ofreciendo un diálogo sin condiciones previas.
¿Qué resultados ha producido la doctrina Obama tras seis meses? En cuanto a Corea del Norte e Irán, la doctrina está en su lecho de muerte.
Corea del Norte respondió al aperturismo de la administración probando un arma nuclear, disparando misiles contra aliados, reanudando el refinado del plutonio y amenazando a Estados Unidos con «una lluvia de fuego de represalia nuclear.» En testimonio ante el Congreso, Clinton admitía, «En este momento parece implausible, si no imposible, que los norcoreanos vuelvan a las conversaciones a seis bandas y empiecen a desarticular de nuevo su capacidad nuclear.»
La reacción del régimen iraní a la oferta de diálogo consistió en inaugurar unas instalaciones de enriquecimiento nuclear, sumar centrifugadoras, celebrar unas elecciones fraudulentas y matar y encarcelar a un amplio abanico de disidentes políticos. En cuanto a los gestos de la administración, Clinton declaraba a la BBC hace poco, «No hemos tenido ninguna respuesta. Ciertamente hemos probado a dialogar y dejado claro lo que estaríamos dispuestos a hacer… pero no creo que tengan ninguna capacidad para tomar ese tipo de decisión en este momento. »
El problema no es el diálogo en sí mismo – que después de todo fue intentado bajo diversas formas por la administración anterior. La dificultad reside en que el equipo Obama de política exterior a menudo ha argumentado que el motivo de tensión y conflicto con países como Corea del Norte e Irán es la falta de implicación adecuada por parte de América – lo cual es absurdo, y ha alimentado expectativas absurdamente altas.
Durante la campaña de 2008, por ejemplo, el asesor de Obama P.J. Crowley (portavoz en la actualidad del Departamento de Estado) argumentaba, «Los radicales de ambos bandos han dominado la relación y han hecho muy difícil que Estados Unidos e Irán se reúnan y celebren un diálogo serio». ¿Pero puede achacarse de manera creíble a estas alturas la ausencia de diálogo serio con Irán – o con Corea del Norte – a la administración anterior? La mano diplomática de Obama lleva tendida ya bastante. Los puños siguen cerrados. Esto no se debe a que siga sin pronunciarse algún conjuro diplomático serio. Se debe a la propia naturaleza de los regímenes opresores.
Estos regímenes suelen estar preocupados a nivel interno. Precisamente por carecer de verdadera legitimidad, dedican cantidades ingentes de tiempo y recursos a mantener su frágil autoridad, consolidar el poder y administrar transiciones antidemocráticas. Corea del Norte se enfrenta a una crisis sucesoria. Irán se enfrenta a una creciente disidencia y a la fragmentación del clero. Ambos tienden a hacer cálculos basados en luchas internas por el poder, no a hacer un cálculo racional de su imagen externa y los intereses. Están tan orientados hacia el interior que no tienen, como decía Clinton, «ninguna capacidad» para responder al diálogo. Cabe preguntarse si en estos casos tenemos realmente algún socio negociador.
Y la inherente inestabilidad de los regímenes opresores también les lleva a reforzar el control invocando amenazas exteriores – especialmente de Estados Unidos. Dado que el antiamericanismo es un pilar central de las ideologías de Corea del Norte e Irán, cualquier relajación del resentimiento requiere un cambio de régimen voluntario. Pyongyang y Teherán tendrían que encontrar una nueva fuente de legitimidad – un nuevo pilar de su poder – que no sea el odio a América. No es fácil ni probable.
La campaña pública de dialogar con enemigos emprendida por la administración Obama va directa a tener una consecuencia totalmente involuntaria. Con el tiempo elevará las expectativas de acción. A medida que la mano tendida sea rechazada una vez tras otra, los objetivos de Corea del Norte e Irán quedarán totalmente en evidencia y la factura para la credibilidad estadounidense se disparará. La administración ya ha dado a Irán hasta septiembre de plazo para responder a la oferta de conversaciones y ha amenazado con «medidas drásticas» si Irán logra la capacidad nuclear. El Congreso está preparando sanciones al crudo refinado de Irán, lo que escalará considerablemente las tensiones.
Esta es la paradoja de la doctrina Obama. Al intentar dialogar de manera tan notoria con Corea del Norte e Irán, Obama está exponiendo al mundo de forma dramática los límites del diálogo – y allanando el camino a la confrontación.
© 2009, Washington Post Writers Group
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