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Steve, un vendedor de agua en Nairobi, se encontró en una situación desesperada cuando sus burros, sus únicos medios de sustento, fueron robados. Dependía completamente de estos animales para transportar los bidones de agua que vendía a sus clientes.
Tras una búsqueda exhaustiva, descubrió que los ladrones habían matado a los burros para obtener su piel, un producto demandado en China para la fabricación de un remedio medicinal tradicional llamado ejiao.
Este incidente no es único; los robos de burros están en aumento en África y otras partes del mundo debido a la creciente demanda de ejiao.
La organización Donkey Sanctuary estima que al menos 5,9 millones de burros son sacrificados anualmente para abastecer este mercado.
La situación ha llevado a la prohibición de la matanza y exportación de burros en todos los Estados africanos y posiblemente en Brasil.
Sin embargo, las prohibiciones podrían no detener el comercio por completo, ya que las empresas chinas han buscado suministros de piel en otros países. Esto ha llevado a tensiones en regiones donde los burros son fundamentales para la vida rural.
La preocupación por el bienestar de los burros se suma a la incertidumbre sobre cómo afectará el comercio a largo plazo a las comunidades que dependen de estos animales. Para muchos, los burros son esenciales para el transporte de bienes y personas, y su desaparición tendría consecuencias devastadoras.
A pesar de los desafíos, hay esperanza en iniciativas como la de Brooke, que proporcionó a Steve una nueva burra llamada Joy Lucky. Estas organizaciones trabajan para proteger a los burros y ofrecer alternativas sostenibles al comercio de pieles.
Sin embargo, el camino hacia la protección total de estos animales y las comunidades que dependen de ellos sigue siendo incierto.
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