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Donald Trump, con su inquebrantable alineación con Israel y una diplomacia agresiva que incluyó presiones económicas feroces y la mediación de aliados como Qatar, logró contra viento y marea el alto el fuego en Gaza, la liberación de los rehenes y un plan de futuro.
Sin embargo, en Ucrania, el presidente de EEUU choca contra un muro infranqueable de complejidades geopolíticas, donde su insistencia en concesiones territoriales a Rusia genera un enfrentamiento violento con Zelenskyy, agravado por lla tozudez y ambición de Putin, que se niega a levantar el acelerador en las operaciones militares y sigue, poco a poco, avanzando sobre el terreno.
Trump vuelve a ser protagonista en los titulares internacionales gracias a su sorprendente influencia en la crisis de Gaza, un contraste notable con el estancamiento de sus iniciativas respecto a Ucrania.
En Oriente Medio se están observando tímidos avances diplomáticos que se pueden atribuir a sus gestiones, mientras que la situación en Ucrania parece cada vez más bloqueada. La realidad está imponiéndose sobre las aspiraciones de protagonismo global del expresidente.
La diferencia entre ambos escenarios pone de manifiesto la complejidad y la inestabilidad de la diplomacia internacional.
En Gaza, la presión ejercida por Trump y su equipo ha propiciado movimientos significativos en las últimas 48 horas, ofreciendo un pequeño respiro humanitario y abriendo conversaciones entre actores clave de la región.
Por otro lado, en Ucrania, la situación es drásticamente diferente: los esfuerzos personales del magnate estadounidense han chocado con la negativa de Vladimir Putin y la renuencia de Volodímir Zelenski a entablar negociaciones directas en estos momentos críticos.
El espectacular avance de Trump en Gaza
El entorno en Gaza ha experimentado una serie de gestos diplomáticos que, según fuentes locales, han contado con la mediación discreta pero efectiva de Trump. El exmandatario ha sabido aprovechar su amplia red de contactos en Oriente Medio para lograr que diversas facciones palestinas y representantes israelíes se sienten a dialogar, aunque sea indirectamente. Este avance, aunque modesto, se ha traducido en:
- Breves ceses al fuego localizados para permitir el ingreso de ayuda humanitaria.
- Intercambio de mensajes entre líderes de facciones enfrentadas, facilitados por intermediarios estadounidenses.
- Apertura de corredores para evacuaciones médicas urgentes en las últimas horas.
El resultado inmediato ha sido una disminución temporal de la violencia y un aumento de la presión internacional para alcanzar una solución negociada. Observadores sobre el terreno apuntan que este avance, aunque frágil, ofrece un soplo de esperanza a una población agotada tras meses de enfrentamientos.
Ucrania: la diplomacia de Trump se topa con la realidad
En contraposición, los intentos de Trump por replicar su fórmula negociadora en el conflicto entre Rusia y Ucrania han quedado estancados. En las últimas horas, el propio Trump reconoció haber descartado reunirse con Putin, argumentando que sería un “encuentro desperdiciado” dadas las circunstancias actuales. Este cambio llega tras revelarse contactos preliminares para una posible cumbre de paz que finalmente no prosperaron.
Las razones detrás de este fracaso son diversas:
- Intransigencia rusa: El Kremlin mantiene una postura inflexible respecto a las condiciones para cualquier negociación, exigiendo concesiones inaceptables para Kiev y la comunidad internacional.
- Desconfianza ucraniana: El gobierno de Zelenski rechaza cualquier diálogo que implique cesiones territoriales o legitime la ocupación rusa en el este del país.
- Presión por parte de aliados occidentales: Tanto la Unión Europea como Estados Unidos subrayan que cualquier proceso de paz debe partir del respeto a la soberanía ucraniana.
La propia agenda personal de Trump, marcada por su campaña electoral y la necesidad de proyectar una imagen fuerte a nivel internacional, ha colisionado con esta dura realidad geopolítica. Como señaló un diplomático europeo: “la paz en Ucrania no se logra con gestos simbólicos ni reuniones para salir bien en las fotos; requiere compromisos reales y garantías sólidas”.
La presión del tiempo y la urgencia por resultados
La diferencia entre Gaza y Ucrania revela una constante presente en la diplomacia contemporánea: los éxitos suelen ser parciales y contextuales; mientras que los fracasos tienden a ser globales y muy evidentes. Trump ha sabido moverse hábilmente en escenarios donde su red personal y su estilo directo pueden tener impacto, como ocurre en Oriente Medio. Sin embargo, en Ucrania, donde están implicados los intereses estratégicos de grandes potencias, el control se escapa a sus manos.
Las semanas venideras serán cruciales. En Gaza, los avances podrían consolidarse si las partes mantienen el diálogo activo y si la comunidad internacional intensifica su presión sobre los actores más reacios. En cambio, Ucrania sigue inmersa en un conflicto sin visos claros hacia una solución pacífica; cada día parece cerrarse más esa ventana para una mediación efectiva.
Realidad y relato: el reto de la diplomacia personalista
El caso Trump pone sobre la mesa los límites que presenta una diplomacia centrada en personalidades y relatos mediáticos. Sus logros recientes en Gaza demuestran que, bajo ciertas circunstancias, un actor externo con suficiente capital político puede romper inercias e impulsar vías hacia el entendimiento. Sin embargo, el conflicto ucraniano es mucho más complejo e exige algo más que gestos o titulares llamativos.
- La iniciativa de Trump en Gaza ha sido viable gracias a canales comunicativos abiertos y a una disposición mínima por parte involucrada para explorar alternativas.
- En cambio, el ambiente ucraniano es radicalmente distinto: allí reinan desconfianza mutua y presiones militares que hacen inviable cualquier intento informal de mediación.
El futuro inmediato dependerá tanto del desarrollo sobre el terreno como también del talento que tengan los líderes internacionales para combinar presión con incentivos reales además de una diplomacia pragmática. Por ahora persiste esta paradoja: Trump ha logrado avanzar donde pocos lo esperaban mientras fracasa donde más lo deseaba.
Una vez más el escenario global nos enseña que las soluciones fáciles son escasas; los líderes deben adaptarse a realidades que no siempre responden a sus estrategias preconcebidas.
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