El 6 de noviembre del 2010, Benedicto XVI nos advirtió sobre la deriva de los acontecimientos nacionales. Es importante que todos, siguiendo la exhortación evangélica sobre la vigilancia, estemos en alerta: jueces, medios de comunicación, todos los políticos con independencia de su ideología, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que son los encargados de velar por la paz, en definitiva, la sociedad civil en su conjunto y, también, por supuesto, la Iglesia: ¿para qué?, para no convertirnos en una dictadura.
Benedicto XVI, el día 6 noviembre de 2010, hace quince años, y la situación en esto no ha mejorado, ante la pregunta de un periodista en su viaje a España, nos decía que “en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un laicismo fuerte y agresivo, como lo vimos precisamente en los años treinta”.
Resulta aleccionador prestar atención a lo que nos dicen los que “viven” inmersos en regímenes dictatoriales. No hagan lo que nosotros hicimos: ¡subestimar la amenaza!, y, sobre todo, nos advierten: una vez que se cruza la línea que separa el Estado de Derecho de la dictadura es muy difícil revertir la situación. ¡Que se lo pregunten a los cubanos, venezolanos, nicaragüenses, etc.!
Desde este modesto rincón quiero expresar mi más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que, conscientes de la preocupante deriva de los acontecimientos nacionales, luchan denodadamente por evitarlo velando por el Estado de Derecho, y que, a pesar de las muchas presiones que reciben –solo ellos lo saben-, continuan impartiendo justicia, periodistas que informan con veracidad y no sucumben a ningún tipo de presión, la policía judicial que desempeña su trabajo con rigor, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que se mantienen inmunes a cualquier intento de soborno. También aquí me gustaría incluir a los futuros miembros de los jurados populares, para que se muestren íntegros e insobornables, rechazando cualquier intento de intimidación o cambalache, venga de donde venga.
Este comportamiento ejemplar es el que han adoptado en grado heroico figuras tan relevantes de la Iglesia, por su oposición frontal a cualquier forma de totalitarismo, como el venerable Mindszenty, el venerable Van Thuan, el Beato Wyszynski, S. Maximilano Kolbe, S. Juan Pablo II, S. Óscar Romero, el Beato Jerzy Popieluszko o el Beato Clemens Von Galen, conocido como “El león de Münster”, cuyo lema era no actuar “ni por alabanzas ni por temor”. Todos ellos fueron personas insobornables que rechazaron de plano aliarse con el mundo. Varios de ellos han sido beatificados, y/o canonizados, o declarados venerables por el Papa Francisco. Como reza la Liturgia son los hijos predilectos de la Iglesia. Estuvieron animados por los ideales de fe y libertad, y no escatimaron esfuerzos. Son el mejor antídoto contra la inanidad social, cultural, eclesial…
En este mismo sentido de agradecimiento, también me gustaría recordar, por su ejemplaridad y cercanía, entre otros muchos, al Rvdo. P. D. Federico Santamaría Peña, párroco de Nuestra Señora del Carmen y San Luis, y a su vicario parroquial Rvdo. P. D. Lucio Herrero Camarena, ejecutados durante la persecución religiosa de los años 30. Entregaron su vida por fidelidad a su vocación sacerdotal. Ambos se encuentran en proceso de beatificación en fase diocesana muy avanzada.
La oposición de todos ellos a ideologías que atentaban y atentan contra la dignidad de la persona fue heroica. Ideologías de matriz laicista que cercenaban y cercenan todas las libertades, y que hoy en día siguen representando una amenaza. Un reflejo fiel de esas ideologías es la actual ley de memoria democrática.
Un buen remedio para que el Estado de Derecho prevalezca en palabras de S. Juan Pablo II lo encontramos en su libro “Memoria e identidad”: La memoria nos remite a una tradición cultural que ha sido un factor de progreso. No podemos crecer socavando nuestras raíces. Y la identidad significa coherencia con unos principios universales que son anteriores y superiores al derecho interno de los Estados, y que deben ser los que inspiren el derecho positivo. Todo lo anterior se concreta en la inviolable dignidad de la persona humana.
Y la Iglesia, ¿qué papel debe jugar en este contexto de amenaza a nuestras libertades? Parafraseando a Thoreau, si un Estado, sea cual fuere, se convierte en agente de inmoralidad, o de abuso de poder, con imposición de leyes ideológicas, como por ejemplo, la anteriormente citada ley de memoria democrática, que cercena todas las libertades atentando contra personas, bienes inmuebles y eclesiales, la única casa en la que se puede permanecer con honor es la cárcel. P. Juan Carlos Guirao Gomariz. (Sacerdote)
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