Si habla Xabi Alonso conviene estar atento a todo lo que dice. Después de Casillas y Ramos (ambos lideraron en Casa Juan la primera comida de la plantilla en muchos años a la que acudieron todos, sin excepción), es el jugador con más peso en el vestuario. Alonso es el tercer capitán en funciones, aunque por veteranía ese rango le corresponda al emergente Marcelo. Tras la marcha de Raúl y Guti, el tolosarra ejerce de veterano a pie de campo a pesar de tener sólo 28 años. Hasta Cristiano se aparta compungido si le pide que le deje tirar un penalti…
Pero su loable deseo de trasladar al Madrid todo lo bueno que ha ocurrido en Sudáfrica merece unos matices. Para empezar, en el Mundial que siempre quedará en nuestros corazones fue decisivo que Busquets se quedase como coche-escoba para dejar que Xabi pudiese distribuir con libertad. Del Bosque sabía que sólo así funcionaría la pareja. Pero Khedira, al que veo como un futuro Stielike, es más ofensivo que Busquets. Habrá que ver cómo lo resuelve Mourinho. Pero antes de angustiarnos, quedémonos con lo claro que lo tiene este vasco noble y honesto: «Yo estoy para dar equilibrio al equipo, hacer que el balón circule rápido y dar apoyo a los compañeros». Y parece sencillo. Por eso costó 30 millones de euros…
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