En 1995, un atentado con gas sarín en cinco trenes del metro de Tokio hizo patente que el fenómeno terrorista tomaba un nuevo avatar. Ya no era necesario un mazo de cartuchos con cables y relojes para diseminar caos y terror. Un puñado de inocentes bolsas de plástico rellenas de líquido y unos paraguas puntiagudos para pincharlas bastaron para provocar 12 víctimas mortales y miles de heridos …
Lea el artículo completo en www.publico.es
Más en Otros medios
CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL
QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE
Buscamos personas comprometidas que nos apoyen
CONTRIBUYE
Home