Para quitarse el sombrero.
Alfonso Ussía, en ‘El Debate‘, trolea con mucha elegancia el ‘plan o la ley Begoña‘ con el que Pedro Sánchez pretende acallar a los periodistas criticos:
El Gobierno se prepara para aprobar el Plan de Acción por la Democracia. Excesiva preparación para un asunto tan leve. El Plan de Acción por la Democracia se aprobará para preparar, advertir y sancionar a medios de comunicación y colaboradores que muevan la máquina del fango, los bulos y las campañas de desinformación. Demasiado título para tan poca cosa. Así que Sánchez reunió a su rebaño de borregos y les anunció la inmediata aprobación de su plan, tan rimbombante. Con lo sencillo que hubiera sido denominarlo ‘Plan para los que hurgan en los entresijos de mi mujer’. Al menos, un plan con suspense, con expectación y segundas y terceras lecturas.
El escritor tiene claro que todas las informaciones sobre Begoña Gómez tienen su razón de ser:
El entresijo no es otra cosa que lo oculto, lo escondido, los enredos no fáciles de entender, lo que precisa de escondite y cautela, sobre todo en los hechos cercanos a la codicia y el aprovechamiento del poder. Y con todos los respetos que toda mujer me merece –soy más antiguo que un teléfono de pared–, la esposa de Sánchez está sobrada de entresijos, sin otra intención semántica que la previamente mostrada.
Pone de vuelta y media a todos aquellos que han salido a jalear el proyecto totalitario como si no hubiese un mañana:
Los borregos aplaudieron entusiasmados, porque les gusta que su pastor y ganadero se crezca, y lo que pretende hacer Sánchez en España no se le pasó por la cabeza a Franco. Cuando a Franco le informaron que a doña Carmen se le decía en las tertulias ‘la Collares’, alzó la cabeza, sonrió y sentenció: «Pues hay que reconocer que tiene gracia». Pero a Sánchez lo de ‘Lady Fundraising‘, ‘Miss Complutense‘, ‘Reina de África‘ y demás bromas atribuidas a los quehaceres financieros de su esposa, no le divierten absolutamente nada.
Y para ello, ha encargado a sus borregos más allegados, a los que mejor balan, que redacten ese Plan de Acción por la Democracia, que en resumen, es un plan para perseguir a los que se atrevan a poner en duda desde su libertad los muy dudosos rendimientos que ha conseguido su esposa a la sombra de su poder. Lo que quiere decir, entre otras cosas, que me vaya peinando para ingresar más aseado en la comisaría preferida de Marlaska, que es la de Chueca, según me han informado peligrosos policías disidentes.
Y no duda en decir que Pedro Sánchez es todo un Nicolás Maduro en potencia:
Ha madurado tanto Sánchez con sus sufrimientos que ha roto en Maduro. Llegó a recluirse cinco días en La Moncloa –sin reducir la parte proporcional de su nómina–, para adquirir las fuerzas necesarias que se necesitan para seguir gobernando. Y eso se nota. Y no tolera más disgustos ni más regaños de su esposa en los melancólicos atardeceres monclovinos, ya con los magnolios sin flores, los plátanos a punto de dorarse de agonías y las begonias –he escrito begonias, señores comisarios políticos–, a punto de desvanecerse. –Pedri mío, es que no me defiendes–.