Hoy, 30 de abril de 2014, la chicha de las columnas no está en las páginas de opinión, sino en las de deportes. Bieto Rubido (ABC) y Casimiro García-Abadillo (El Mundo) tienen el acierto de desplazar a las secciones de deportes a David Gistau y Salvador Sostres.
Juan Luis Cebrián y Paco Marhuenda parece que piensan que en estos tiempos de desafíos separatistas el fútbol es sólo un entretenimiento, en vez de la guerra por otras vías.
Sostres (El Mundo) y Gistau (ABC) se dan cuenta de que la paliza al Bayern supone la caída del Brad Pitt del catalanismo, otro golpe para Artur Mas. Empecemos con Sostres.
Guardiola lo ha tenido fácil en la mediocre Bundesliga, pero el Madrid le pasó ayer por encima con un fútbol que, más que bueno, fue escandalosamente mejor que el de su rival. La arrogancia de creerse metafísicamente superior al resto le pasó ayer factura a Pep.
Guardiola ha parecido más pendiente de lo que sucedía en Cataluña, y en Barcelona, que de los compromisos de su club, hasta el punto de que el Bayern tuvo que llamarle la atención; después de este parecido, cada vez más extravagante, de las ruedas de prensa del ex entrenador del Barça a un concierto de Lluís Llach, el Madrid, precisamente el Madrid, le ha recordado su condición de mortal y, probablemente, de acabado.
Si David Gistau (ABC) hubiese estado en Lepanto o en Otumba, no le habría salido una columna más sentida que la que ha escrito después de contemplar sentado el partido. A diferencia del poeta Ercilla, que cantó a los araucanos, Gistau ridiculiza a Guardiola como si fuese un turco. De acuerdo, con los enemigos de la patria no hay piedad.
Pero qué raro este Bayern, que ni timbre dramático tuvo, que jamás se encontró a sí mismo aquella alemanidad que hizo de los minutos en Múnich los verdaderamente «molto longos». Guardiola, que recibió de Ancelotti un baño técnico, ganó el porcentaje de posesión, pero más le vale no ufanarse de ello delante de Beckenbauer. El Bayern ya tenía una fórmula propia de éxito. Ya tenía una tradición de juego que coleccionaba Orejonas. El experimento a que lo sometió Guardiola lo ha convertido en un equipo confuso, estéril en su injerto de tiqui-taca, superado en intensidad aun en una cita histórica ante su propia gente. A un Bayern así, erróneamente meridional, arma de fogueo en su renuncia al temperamento, jamás lo habríamos incorporado al memorial de desastres. Jamás lo habríamos bautizado La Bestia Negra.
Guardiola, con su existencialista jersei de cuello alto, ¿de verdad nos ganó alguna vez?
Y concluye su columna ofreciendo su coche a otros tres aficionados. Estoy por apuntarme.
Termino. Déjenme un rato a solas con mi orgullo. Tres plazas quedan, tres, en mi coche.
El Madrid perpetró un magnicido en Baviera
En La Vanguardia, Enric Bañeres titula su columna ‘Magnicido en Baviera’.
El Bayern sufrió una afrentosa derrota ante el Real Madrid, que practica un fútbol primario según algunos entendidos, basado en una sólida defensa (¡qué partidazo de Ramos y Pepe!) y un trepidante contragolpe. Delante, el Bayern de Pep Guardiola fue un pálido recuerdo del que hace un año, de la mano de Jupp Heynckes, pulverizó al Barça. Durante todo el año hemos podido leer y oír que la mano de Guardiola se notaba en el gigante de Baviera, y así debió ser por el modo con que ganó la Bundesliga, con una ventaja sideral. Pero la Champions es otra cosa, y el primero que lo sabe es el propio Pep, que sigue atascado en semifinales por segunda vez consecutiva. La anterior fue con el Barça ante el Chelsea de Roberto di Matteo.
Lo de anoche fue un magnicidio, que acerca a los madridistas a la décima, una obsesión desde que ganaron la novena en Glasgow, con el mitificado gol de Zidane. El Madrid ha eliminado al Bayern y a la vez ha lijado el prestigio del entrenador número uno del mundo, Pep Guardiola
A mi el 0-5 global que el Madrid ha endosado al campeón del mundo me ha recordado el 4-0 del Milan al Barça de Cruyff. Es decir, un final de ciclo.
Escribió G. K. Chesterton que lo contrario de divertido no es serio, sino aburrido. Se nota que Juan Luis Cebrián y Javier Moreno, que son más rojos que un coche de bomberos, no leen al católico Chesterton, porque están haciendo un periódico cada vez más aburrido y plomazo. Ni una columna de colmillo retorcido o ni una ampolla de vitriolo en las páginas de deportes. La única mención que se permiten los serios y aburridos columnistas de El País al fútbol la encuentro en la columna de David Trueba, que perora sobre el racismo.
Los rasgos de machismo, violencia de género, xenofobia y discriminación a menudo son solo visibles cuando los comete otro. La famosa distinción entre los míos y los demás. Lo malo es que el deporte espectáculo ha moldeado al resto de la sociedad, que se ha ido transmutando en un graderío sin que nadie hiciera nada por frenarlo y bajarse a tiempo.
Este chico no se entera de que en muchos estadios de fútbol se corean gritos de «ETA, mátalos», se insulta a los españoles y se ensalza a asesinos de masas como el Ché. ¿Es más grave tirar un plátano que vitorear a terroristas? Para los progres sí.
Y ya que hemos mencionado a los araucanos, traigo a Ignacio Ruiz Quintano (ABC), que se ocupa del plátano arrojado a Alves.
Culturalmente, España es clasista ( inmisericorde con los pobres como los marineros con los frailes), pero no racista, «ismo» propio de otros pueblos, que todos conocemos. Lope de Vega saca en su auto sacramental a Cristo, Jacob y la Virgen en figura de indios chilenos, y Ercilla pone de protagonista de su Araucana al jefe indio en lugar del capitán español.
«Español» no es una raza, sino una nacionalidad ( hoy, eso sí, en trance chestertoniano de derrota).
De cocineros y hambrientos
¿Y de qué escriben nuestros exquisitos, que no se rebajan a ocuparse ni de fútbol, ni de economía, ni política?
Màrius Carol, de los príncipes de la cocina, lo que no deja de tener su guasa cuando sabemos que unos 50.000 niños catalanes sufren «privaciones alimentarias».
Jordi Roca es el mejor pastelero del mundo, según la revista Restaurant. Podría decirse que es el tercer genio de la lámpara de El Celler de Can Roca. Este establecimiento es el teatro de los sueños gastronómicos de medio mundo gracias al oficio de tres hermanos, Joan, Josep y Jordi Roca.
Gracias, Màrius, por este elaborado ejemplo de una de las razones por las que la prensa de papel de pago se hunde: ocuparse cosas que sólo interesan a la oligarquía.
Carmen Rigalt tropieza en la misma piedra que Carol, con la diferencia de que ella no dirige El Mundo.
Donde haya un chef coronado, que se quiten todos los ingenieros del mundo. No está probado que un ingeneiro mueva el mundo, pero un chef sí. (…) Ahora, lo único que no está en crisis es la cocina de autor.
¡Qué lata nos dieron los sociatas hace un par de años con cambiar el modelo productivo español! Y viene la Rigalt y propone olvidarse los ingenieros y pasar del ladrillo a la cocina de autor.
La bofetada
Pilar Rahola mantiene su interpretación de que Pere Navarro y Jorge Fernández Díaz se quejan de vicio, que aquí sólo hay una agredida, Cataluña, a la que los españolazos maltratan a diario.
Se han apuntado en barrena. Los Marhuendas, Rosa Díez y demás próceres de la España a cara de perro.
Los Marhuendas ya tienen a qué cogerse para demostrar la violencia catalana. Lo triste no es que se apunten al tiro los sospechosos habituales, es que Navarro intente aprovechar la circunstancia para tener algún micrófono. Ha servido en plata el argumento de la demonización contra Catalunya, y ahora le salen unos amigos fantásticos. Daría asquito, si no fuera porque da pena.
Ignacio Camacho (ABC) afirma que sí, que los políticos tienen que agachar la cabeza ante las groserías y las protestas que les caigan encima, salvo que sean de extrema izquierda.
Así lo han sentenciado ya algunos jueces de la escuela elpidia, bizarros apóstoles de la despenalización del odio. El pueblo soberano tiene derecho a manifestar su contrariedad por la mala gestión de los asuntos públicos. Democracia real, lo llaman.
Salvo que se trate, en toda regla hay excepciones, de dirigentes de Izquierda Unida. Estos sí pueden, por hallarse en el lado correcto de la verdad, tildar de fascistas a quienes les interrumpan un mitin. Ocurrió en Andalucía. Los presuntos fascistas llevaban cinco años parados. Sus manos, además de blancas, estaban vacías.
Seguimos con las groserías. Jiménez Losantos recuerda que el ninguneo del que se queja ahora Aznar por parte de Rajoy lo sufrió él, por orden de Aznar.
No es que Aznar sea un angelito, pero precisamente por eso Mariano debería haber tenido más cuidado al humillarlo. El alarde de prohibir a sus ministros acudir a la presentación del último tomo de sus Memorias es muy de Aznar -a mí me montó uno exactamente igual en la presentación de «Con Aznar y contra Aznar»- pero la condición aznarí de la fechoría exigía un poco más de tacto, menos estrépito en el desdoro, porque donde las dan, las toman.
¿Rey o agente comercial?
Emilio Campmany (Libertaddigital.com) explica la presencia de Zapatero en los mítines socialistas del PSOE como una argucia de Rubalcaba.
Creo que en el PSOE, aunque no sobre inteligencia, sí abunda la picardía. Y creo que Rubalcaba ha pedido la ayuda de Zapatero siguiendo una sibilina estrategia. Piensa Freddy que, por mal que lo hiciera el solemne, su presencia en campaña no puede hundir al PSOE más de lo que está. No sólo, sino que, estando perdidas como están las europeas, lo ideal es que, cuando ocurra una nueva debacle, las miradas no se vuelvan todas hacia él y a sus muchas carencias. El 26 de mayo, cuando tenga que explicar a los suyos por qué han perdido las elecciones y por qué él no va a dimitir, podrá no sólo achacarlo a la herencia de Zapatero, sino que también tendrá ocasión de alegar la insensatez que fue permitir la aparición del expresidente en los mítines. Ni a Clausewitz se le hubiera ocurrido una tal genialidad.
Nuevo viaje del Rey al golfo Pérsico, en esta ocasión a Omán. Para los cortesanos, otra prueba de que los españoles no nos merecemos a este Rey, que tanto hace por nosotros, pero el resto de los opinadores no está tan convencido. José Alejandro Vara (VozPopuli.com) se pregunta por qué el Rey no va a París o Berlín a buscar contratos.
Las relaciones de don Juan Carlos con los países del Golfo, además, tienen unas connotaciones escasamente edificantes. Llegan del Golfo ecos de antiguos desplazamientos muy secretos, visitas muy privadas y hasta relaciones económicas no siempre transparentes.
Pendiente está la anunciada visita del Rey a París, un entorno quizás más lógico y urgente. O Berlín, la capital de la nación protagonista de los destinos económicos actuales de Europa. Los países del Golfo, ciertamente, ofrecen petróleo, riqueza, inversiones y quizás futuro de mil y una noches para nuestras empresas. Pero esta gira le encaja más a un jefe de ventas que a un monarca.
Dos que se atreven a citar a un maldito
Los sacerdotes de la progresía han dictado pena de infamia contra César González-Ruano, que no puede ni defenderse como Elipidio o Billy el Niño. Dos veteranos se atreven a citarle.
Raúl del Pozo (El Mundo) hace referencia a su condena:
No conocí al César González Ruano de El marqués y la esvástica. Según los últimos biógrafos era un demonio que estafaba a los judíos en el París ocupado por los nazis. El recuerdo más insistente que tengo del escritor es el de Señor de las moscas en el café Colón de Cuenca, al lado del cine España. Le miraba todo el tiempo, mientras jugábamos a los dados y veía como las moscas eran sus animales de compañía.
Y Antonio Burgos (ABC) lo reconoce como uno de los pozos en que pesca citas.
Como decía el otro, no sé si Eugenio d’Ors o si Ruano, el entusiasmo que despiertan en España las elecciones europeas es «perfectamente descriptible».
Por último, vamos con Alfonso Merlos, que no suele aparecer en esta revista de columnas. Su artículo de hoy en La Razón está dedicada a hablar sobre el 1º de mayo.
Los españoles no nos chupamos el dedo. Porque sabemos lo que significa ganar el dinero con el sudor de nuestra frente y porque conocemos a la perfección quiénes son los presuntos mangantes que nos han metido la mano en la cartera. Son aquellos a los que UGT y CC OO no condenan, contra los que no luchan, a los que cobardemente protegen. Así que, ¿qué esperan de los españoles estos profetas de la hipocresía, estos ayatolás de la palabrería? Distancia. Repudio. Borrón y cuenta nueva. ¡Eso es lo que queremos! Que los defensores de los obreros lo sean de verdad. Que se vistan por los pies. Que, además de dar la matraca, sepan lo que significa currar. Y algo más: que sean solidarios, y patriotas, y que ayuden a levantar a un país que (en mayor medida de lo creen) han contribuido a hundir. ¡Despierten, coño!
No falta ni el racial ‘coño’.
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