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NOTABLE HALLAZGO EN LA HEMEROTECA

Arcadi le recuerda a Margarita Robles cuando condenó a quince años de cárcel a un hombre inocente y ni pidió perdón

"La verdad, me parece absurdo hablar sobre un caso que pasó hace tantos años", se defendió Robles

31 May 2018 - 08:34 CET
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La hemeroteca guarda auténticas joyas. Arcadi Espada ha rebuscado entre papeles y ha encontrado una pepita de oro sobre la portavoz socialista Margarita Robles, cuando como jueza condenó a Ahmed Tommouhi a más de quince años en la cárcel por una violación que no había cometido. —El gobierno de los jueces

En el verano de 2006 Braulio García Jaén llamó a Robles para que se explicara:

La verdad, me parece absurdo hablar sobre un caso que pasó hace tantos años. Porque si usted me dice que se acuerda de un artículo de hace catorce años, es que no me lo creo, sinceramente. Es absurdo.
– Bueno, no es tan absurdo teniendo en cuenta que esta persona sigue en la cárcel.
– Ya, pero ése no es mi problema. Si yo dicté una sentencia, seguro que lo hicimos con toda seguridad. Porque si algo tengo es profesionalidad. Así que si yo dicté esa sentencia es porque habría motivos suficientes y que se ajustaba a derecho. Así que no me venga a mí usted a decirme que es absurdo. —Tommouhi no consigue rehacer su vida tras 15 años en prisión por error

Así lo cuenta Espada en El Mundo:

Habían pasado 14 años. De los hechos de Gürtel han pasado 13. Robles le estaba exigiendo a Rajoy que dimitiera. Y se lo exigía porque había perdido la «credibilidad». Credibilidad es la palabra que usan en su sentencia los jueces de Gürtel para calificar el testimonio de Rajoy. La portavoz Robles se apropiaba del intolerable exceso de sus excolegas y lo aprovechaba para impugnar la posibilidad de que Rajoy siguiera.

Robles nunca asumió las responsabilidades de su criminal incompetencia. Ni siquiera pidió perdón. Ni privado ni público.

Tommouhi tiene ahora 59 años, y todavía espera que alguien limpie su nombre o le compense de algún modo por haberle destrozado la vida. Vive en un pequeño pueblo de la provincia de Barcelona, con su hijo Khalid, que es quien paga el alquiler, y con sus dos nietos.

Él no tiene trabajo ni ingresos de ningún tipo. Su hija menor vive con su marido en un municipio cercano, y la pareja también ayuda en lo que puede. Cuando le detuvieron, ella tenía seis años, recuerda el padre. Khalid tenía 11. Hoy, el sueldo de éste es de lo que viven padre e hijo.

Y también la madre y la otra hermana, que siguen viviendo en Nador, el municipio marroquí cercano a Melilla del que es natural Ahmed, que no ha visto a su mujer y su hija mayor en 20 años, y que no quiere volver a su pueblo. «Un hombre que sale de su país tiene que volver con trabajo, con dinero». Pero él no tiene nada, argumenta. Y así no se vuelve, así no.

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