La siguiente noticia se la podemos contar, y además luego no tendremos que matarles: en Estonia se ha abierto un museo de la KGB.
Está situado en la planta 23 del hotel Viru, que es exactamente donde la KGB tenía instalados los equipos necesarios para espiar las conversaciones de los turistas extranjeros alojados en el recinto.
Consta de dos habitaciones y pasillos en los que trabajaban los agentes soviéticos controlando 60 de las 400 habitaciones del hotel; y en ellas se pueden ver magnetófonos, máquinas de escribir y teléfonos antiguos. No es que se trate precisamente del Louvre del espionaje, y eso que cobran entre cinco y siete euros por verlo.
Contada ya la noticia de los espías, el resto de la letra pequeña tiene delito: intentan colar 160 kilos de cocaína escondidos en plátanos de plástico
Han sido interceptados en Algeciras, camuflados entre fruta real. Las piezas de plástico tenían gran parecido con ellas.
De hecho, los narcotraficantes enviaron desde Ecuador un primer cargamento de prueba sin droga para ver qué pasaba. Y lo que ha pasado es que cuatro miembros de la red están en los calabozos pensando «con lo bien que nos habían quedado las bananas».
A los que les ha quedado niquelado el delito es a los chorizos de Buenos Aires que robaron una mochila con sesenta y ocho mil euros dentro que eran para pagar un viaje de la presidenta Cristina Fernández
Un señor viaje por Qatar, Turquía y Kuwait que estaba coordinando este empleado de la Agrupación Aérea de la Casa Militar de la Presidencia.
Había recogido el dinero de la Tesorería de la Secretaría General de la Presidencia, de donde salió con un chofer y un suboficial de la Fuerza Aérea.
Pero al bajarse de su coche en la esquina de la calle de su casa, fue asaltado por dos delincuentes que le pusieron «algo parecido a un arma en la sien» y se fugaron con otro cómplice en moto.
El crimen no paga: cotillear los mails de tu esposa sólo te puede servir para enterarte de que te pone los cuernos y además para que te acusen de invasión de la privacidad
Es la doble tragedia de Leon Walker, de Michigan. Entró en el portátil que comparte con su mujer usando la contraseña de su señora y descubrió el pastel. Pero he aquí que los estatutos del estado prohíben esta conducta.
El hecho de que haya cometido la acción en su propia casa y en un ordenador compartido le puede valer, según los abogados, para librarse de la condena. De los cuernos ya hay quien le libre.
Lo que tiene delito de verdad es pensar que se está en la cama junto al marido… y que resulte que es un borracho que se ha colado en la casa
Esto también ha pasado en Estados Unidos, esta vez en Illinois. Un adolescente con una tasa de alcoholemia notable se metió en una casa que no era la suya, se fue al dormitorio principal, se metió en la cama, donde había una mujer, y le dijo: «hazte a un lado».
Ella olió el pestazo a alcohol y pensó «cómo viene éste», pensando que era el suyo. Cuando se dio cuenta, le dijo que se fuera; cuando llegó la policía, el invasor ya se había ido, sin dejar rastro.
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