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Crisis interna y judicial en la ultraderecha española

La autodestrucción de SALF: ¿Se le acabó la fiesta a Alvise Pérez?

El líder de Se Acabó la Fiesta, acorralado por sus excompañeros y los tribunales, ve cómo su proyecto político se desmorona en tiempo récord

Mario Lima 11 May 2025 - 08:58 CET
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Hace apenas un año, Luis “Alvise” Pérez se había convertido en el enfant terrible de la política española.

El inesperado éxito de su agrupación Se Acabó la Fiesta (SALF) en las elecciones europeas —más de 800.000 votos y tres eurodiputados— supuso un terremoto mediático y político.

Pero, como suele pasar con los castillos construidos sobre arenas movedizas, la falta de estructura, las luchas internas y los escándalos han llevado a una implosión que ya nadie puede ocultar.

En las últimas semanas, el nombre de Alvise ha saltado de los titulares que celebraban su irrupción a los que narran, con cierto regocijo, su autodestrucción política.

Sus dos eurodiputados en Bruselas, Nora Junco y Diego Solier, han roto públicamente con él, acusándole de “matón” y anunciando acciones legales por difamación tras ser acusados por su líder de haberse vendido al lobby armamentístico.

Todo ello mientras la Fiscalía y el Tribunal Supremo investigan la financiación de SALF y los movimientos opacos de dinero relacionados con criptomonedas.

De agitador digital a líder asediado

La trayectoria de Alvise Pérez ilustra bien cómo se puede pasar del ruido digital al aislamiento político en cuestión de meses. Su ascenso se basó en técnicas de confrontación, bulos virales y campañas agresivas contra rivales políticos. No era extraño ver a Alvise encadenar denuncias por difamación o ser condenado por ataques personales: desde Manuela Carmena hasta Ana Pastor o José Luis Ábalos han pasado por su diana digital.

Pero el escándalo del “criptochiringuito” ha supuesto un antes y un después. Según la investigación judicial, Alvise habría recibido 100.000 euros en efectivo del empresario Álvaro Romillo —vinculado al mundo cripto— para financiar su campaña electoral mediante métodos opacos e irregulares. La propia Fiscalía ha pedido que declare como investigado ante el Supremo por financiación ilegal. Mientras tanto, el Parlamento Europeo le ha sancionado con dos días sin dietas tras ocultar ingresos —una sanción que él mismo ridiculizó en redes sociales.

El partido sin partido: caos organizativo e inestabilidad

SALF nació como una agrupación antisistema sin estatutos claros ni programa definido. Su lista electoral se confeccionó a golpe de propuestas por redes sociales y una suerte de casting entre seguidores entusiastas. Pero lo que parecía frescura democrática ha acabado siendo una receta para el desastre: sin mecanismos internos ni disciplina orgánica, las diferencias ideológicas han estallado a la primera crisis seria.

La ruptura entre Alvise y sus eurodiputados se explica no solo por el escándalo financiero sino por profundas discrepancias políticas. Mientras Junco y Solier defendían el rearme europeo y la cooperación con la OTAN, Alvise les acusaba abiertamente —en podcasts y redes— de haber sido “comprados” por intereses armamentísticos. Los excompañeros han respondido anunciando demandas judiciales para limpiar su nombre y denunciar el “matonismo” del líder.

Lista rápida: síntomas del desmoronamiento

Consecuencias políticas: ¿quién gana con la caída?

La debacle interna en SALF es música para los oídos del resto del espectro político español. Tanto Partido Popular como Vox observan con satisfacción cómo un rival incómodo queda desactivado por sus propias contradicciones. El escándalo refuerza el mensaje tradicionalista sobre la necesidad de partidos estructurados frente a experimentos populistas e improvisados.

Además, el caso vuelve a poner sobre la mesa los riesgos asociados a las nuevas formaciones digitales basadas más en personalismos que en proyectos sólidos. Los problemas legales podrían dejar fuera de juego a Alvise mucho antes de que vuelva a haber urnas.

Curiosidades y datos llamativos sobre el caso

El futuro inmediato del proyecto personalista de Alvise Pérez pinta complicado. Entre denuncias cruzadas, investigaciones judiciales y una estructura política hecha jirones, SALF parece destinado a ser otro efímero fenómeno viral que acaba devorado por sus propios excesos.

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