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Les llevó en coche Koldo

Sánchez y Cerdán peregrinaron en secreto hasta un caserío vasco, a pactar con el etarra Otegi la moción de censura contra Rajoy

Un lugar remoto, un Toyota Rav4, acuerdos en la penumbra y la reunión se prolongó cerca de tres horas

Mario Lima 23 Nov 2025 - 07:56 CET
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El corrupto Sánchez maquina, acongojado por la encuestas, adelantar las elecciones generales a la primavera de 2026

Pocas cosas tan vomitivas como el pasteleo que la izquierda española en general, y en particular el PSOE, tienen con los herederos ideológicos, sociales y políticos de ETA.

Con los que hoy todavía veneran a los terroristas que, hasta hace poco más de una década, asesinaron a cientos de personas, incluyendo compañeros socialistas como Ernest Lluch o Fernando Buesa.

Este siniestro ‘apaño’ no es un fenómeno reciente: se remonta a los tiempos de Zapatero, quien impulsó negociaciones y acuerdos con la banda terrorista, pero ha alcanzado su culmen bajo Pedro Sánchez, quien  depende de los pactos con Bildu para sostener su gobierno y empezó muy pronto: en los prolegómenos de la moción de censura contra Rajoy.

 La realidad, como suele ocurrir en política, supera cualquier ficción y esta situación se asemeja a un thriller.

Como relata el periodista Jorge Calabrés en El Español, fue una tarde de primavera de 2018 cuando, el entonces secretario de Organización del PSOE y ahora paradigma del putero nacional, José Luis Ábalos, despachó a dos de sus ‘socios’  de máxima confianza a un encuentro que jamás aparecería en agenda oficial. Pedro Sánchez y Santos Cerdán, aún en la oposición y con la obsesión de desalojar de la Moncloa al popular Mariano  Rajoy, tomaron un vuelo discreto desde Madrid hasta Bilbao.

En la terminal de Loiu les esperaba Koldo García, el portero de puticlub que años después saltaría a los titulares por otros motivos, al volante de un Toyota Rav4 negro propiedad del partido.

Los dos líderes socialistas se acomodaron en los asientos traseros: Sánchez detrás del conductor y Cerdán en el lado del copiloto.

Siguiendo las precisas indicaciones que Antxon Alonso —coordinador logístico de la cita— había trasladado por teléfono seguro, Koldo enfiló carreteras secundarias hasta detenerse media hora después frente a un caserío recóndito, envuelto en niebla y silencio.

Allí, en el interior de piedra y madera, les aguardaba el etarra Arnaldo Otegi, acompañado por varias abertzales de su círculo más estrecho.

La reunión se prolongó cerca de tres horas. Se habló de números, de apoyos parlamentarios, de cómo estructurar la moción de censura que cambiaría el Gobierno y la Historia de España.

Y, allí se selló un pacto que desde entonces ha condicionado cada presupuestos, cada investidura, cada legislatura: el precio del poder pasaba, inevitablemente, por la mano tendida a los herederos políticos de quienes habían asesinado a decenas de socialistas. Aquel caserío perdido en el País Vasco fue, en palabras de un testigo que prefiere el anonimato, “el acta fundacional de la gran traición”.

La instrumentalización judicial y los pactos ocultos

La moción contra Rajoy se sustentó en la sentencia emitida por la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel; específicamente, en dos párrafos que describían al PP como «corrupción institucional».

Esos fragmentos, redactados por un juez con inclinaciones socialistas según algunas críticas mediáticas, fueron eliminados en 2019 por el Tribunal Supremo, que los calificó como «opiniones improcedentes».

El Mundo no dudó en calificar esta maniobra como «espuria», acusando al PSOE de tomar control sobre instituciones judiciales para justificar un cambio gubernamental. Desde su retiro, Rajoy mantiene su postura: «No había nadie de mi Gobierno imputado».

Es curioso observar cómo, mientras la opinión pública debatía sobre la ética detrás de esta moción, en oficinas y caseríos se trataban otros temas menos nobles.

El PNV, clave para asegurar los votos necesarios, aceptó ceder sus cinco escaños esenciales a cambio de tres altos cargos en empresas públicas como Correos y Paradores; puestos que Rajoy había denegado previamente.

El propio Andoni Ortuzar, líder peneuvista, reconoció: «Fuimos claros, pero Rajoy subestimó el rechazo social». En las redes sociales se satirizó este intercambio como «venta por pasteles»: cinco votos a cambio de tres sillones.

Además, hubo intentos de presión mediante reuniones con patronales como CEOE y Confebask, aunque resultaron infructuosos. Finalmente, el pragmatismo vasco prevaleció y el PNV se sumó al bloque que apoyaría la censura tras conseguir lo que deseaba.

Koldo, Cerdán y la política de la discreción

El papel desempeñado por Koldo García y Santos Cerdán ha generado investigaciones y controversias recientemente.

No solo por su implicación en tramas paralelas sino también por su habilidad para mantener contactos con formaciones como EH Bildu y negociar bajo estricto secreto.

Según la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, ambos tomaron medidas extremas para asegurar sus comunicaciones; incluso llegaron a utilizar aplicaciones cifradas como Signal para evitar filtraciones. La confidencialidad era tal que afirmaban: “hablamos por Signal” cuando trataban temas delicados.

Cerdán ha emergido especialmente como el gran negociador encubierto del PSOE. Su talento para tejer alianzas discretas ha sido vital para mantener activa la legislatura en momentos críticos; aunque esto ha suscitado recelos entre sus socios e incluso dentro del propio partido socialista.

EH Bildu y el nuevo eje de poder

Para muchos observadores políticos, la participación de Otegi en las negociaciones representó un cambio significativo.

Desde que Sánchez accedió al poder, se ha buscado normalizar las relaciones entre el PSOE y EH Bildu; un proceso siempre rodeado de polémica.

Fuentes cercanas a la izquierda abertzale insisten en que estos diálogos son ahora cosa habitual; sin embargo, las críticas provenientes de víctimas del terrorismo y parte del electorado no han tardado en llegar.

Aun así, es innegable que Bildu ha logrado influir notablemente en las decisiones del Gobierno central.

En los últimos años dentro del panorama político español han sucedido cosas impensables: reuniones confidenciales entre socialistas y representantes abertzales; pactos gestados en caseríos; intercambios entre votos y cargos públicos han pasado a ser una normalidad inquietante.

Resulta curioso cómo algunos protagonistas ven estos eventos con humor: “¿Para qué darle importancia? ¿Para fastidiar a Sánchez? A nosotros nos da igual y a muchos también”, bromean desde EH Bildu.

Consecuencias y reacciones

La moción de censura del 2018 no solo significó el ocaso de Rajoy sino también el inicio de una era marcada por pactos transversales repletos de opacidad negociadora y cuestionamientos judiciales sobre los argumentos utilizados.

El propio PSOE ha tenido que lidiar con críticas tanto internas como externas debido a lo que algunos consideran una “instrumentalización” relacionada con la sentencia Gürtel y su dependencia hacia socios incómodos.

El PNV ha sabido sacar provecho a su papel como árbitro mientras Bildu ha fortalecido su posición como aliado esencial para lograr mayorías progresistas.

Por otro lado, los partidos opositores—especialmente el PP—denuncian lo que llaman “la venta del país por cargos” así como la falta total de transparencia en estos acuerdos. Mientras tanto, nuevos escándalos e investigaciones sobre los negociadores encubiertos amenazan con reabrir viejas heridas e inestabilizar aún más esta legislatura.

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