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Crónica de una muerte anunciada.

Diana Marcela Buriticá Castro - Tricornios en Democracia 25 Mar 2025 - 19:54 CET
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Así llamó, mi compatriota Gabriel García Márquez, a una de sus tantas obras. Y dicho título podría definir con exactitud la actual situación de la seguridad social española, amenazada con una situación en el que su sostenibilidad está en serio peligro, mientras que los sistemas privados de salud ganan cada vez más terreno, convirtiendo progresivamente lo que es un derecho constitucional en un lujo solo alcanzable para las clases altas.

La sostenibilidad social viene determinada por la amplitud del respaldo que en la sociedad tenga el sistema, en la medida en que, a menor respaldo, más posibilidades hay de que surjan y triunfen opciones políticas que propugnen modelos distintos de previsión social (tal y como sucedió en mi país, Colombia en los años 90). Esta falta de respaldo puede venir provocada por varias razones, como la insuficiencia real de las prestaciones para subvertir situaciones de necesidad, la falta de proporcionalidad entre el esfuerzo a realizar durante la vida laboral para el sostenimiento del sistema en relación con las expectativas que se esperan de él, o la pérdida de confianza en el futuro del sistema. Todo ello está en juego actualmente en España, debido precisamente a la sostenibilidad de las estructuras socio-económicas.

Y ahora, si me es permitido contaré mi experiencia con relación a la Seguridad Social:

Llegué a España en el año 2009. Al poco de venir tuve un problema de salud que hizo que perdiera la consciencia, y por el cual me llevaron a Urgencias. Cuando recobré la conciencia, estaba en una camilla y lo único que me preocupaba en ese momento era como iba a sufragar el servicio médico y la ambulancia.

Llevaba poco tiempo aquí, y habiendo normalizado esa situación en Colombia, me imaginaba que aquí sería igual que allá, donde si se necesita algo hay que pagarlo siempre, y si no lo puedes pagar ni tienes seguro privado, la atención es deficitaria, esperando en un pasillo tirado en el suelo, encima de una sábana o cartón.

La sorpresa me la llevé cuando me dieron el alta y no me cobraron nada, y salí del centro de Urgencias con una receta médica. Algo en mi cabeza no me cuadraba. Posteriormente, cuando me acerqué a la farmacia, otra sorpresa más: el pago del medicamento eran solo unos céntimos.

Me pareció algo increíble y me di cuenta de lo que habíamos perdido décadas antes en mi país. Que rápido olvidamos cuando nos privatizaron hasta el aire que respiramos..!

Años más tarde me dieron la noticia de que un familiar de Colombia, tenía dañado los riñones, y que tendría que someterse a diálisis, y ahí comenzó su vía crucis. Mi familiar enfermo vivía a 100 kilómetros de la capital, en una ciudad promedio similar a Vigo, sin centro de diálisis. A diario tenía que desplazarse hasta su centro de diálisis más cercano en Bogotá, a una hora y media de su residencia. Lo recogían a las 4 de la madrugada para llegar a tiempo. Sus sesiones transcurrieron con ‘’normalidad’’ hasta las protestas y revueltas de 2022 en Colombia. Por aquel entonces, su transporte se vio afectado y no pudo ir como siempre a su cita. Así que debió esperar a las siguientes sesiones, y eso hizo que su cuerpo empezara a deteriorarse. Cuando volvió a retomar sus sesiones de diálisis, ya con su salud muy deteriorada, tratamos de incluirlo en lista para donación de riñón. Y ahí nos encontramos con la realidad burocrática y con miles de impedimentos. En una de sus tantas recaídas, me decía mi familiar que los médicos le manifestaban que no había esperanzas ya para él, al no haber recursos sociales para dar una luz de esperanza a quien desea vivir.

En mi caso, soy una afortunada de estar en España, pues aquí se buscan todas las posibilidades para ayudar al enfermo, y es pionera en donación de órganos. La salud, un bien tan preciado es protegido constitucionalmente, algo que se ha normalizado en la población española, y que, sin embargo, se ha dejado de valorar, quizás precisamente por esa misma normalización.

Desde fuera, se ve con cierta admiración este sistema social. Colombia, hija de España y que bajo su cobijo, gozó de tener educación y sanidad gratis para todos sus estratos sociales, hoy en día se encuentra sumida y atrapada en el ámbito privado capitalista que solo busca llenar su caja de facturación. La maximización del beneficio privado se hace más importante que el bienestar social común. Y esto comienza a ocurrir también en esta otra parte del Atlántico en la que me encuentro. Pero cuales son las causas?

– la abrupta caída de la natalidad solo se ve parcialmente compensada por la llegada de inmigrantes que, en la mayoría de los casos, no se corresponden en su cualificación con las necesidades del mercado laboral español.

– el incremento en el coste de las prestaciones derivadas del aumento en el número de jubilados no se corresponde con las capacidades de recaudación del sistema.

– la pérdida de confianza en la futura suficiencia de las prestaciones,

– el creciente, en la práctica, cariz redistributivo del modelo frente a su carácter contributivo original,

– el desequilibrio entre la carga que se hace recaer sobre los salarios de los activos para garantizar las prestaciones de los pasivos derivada del menor número de trabajadores sobre los que descansa cada prestación,

– la posible percepción de desigualdades entre los ciudadanos en razón de su lugar de residencia o de otras circunstancias, que afecta a la sostenibilidad social.

– el fraccionamiento territorial de la gestión del sistema e, incluso, la desaparición en la práctica del principio de “caja única”, por la vía del traspaso de funciones y servicios en esta materia a Cataluña y el País Vasco, abriéndose a la posibilidad de que la intensidad de las prestaciones pueda ser diferente en función de la comunidad autónoma donde se resida.

En resumen, la sostenibilidad futura del sistema de seguridad social español está en riesgo. El desarrollo alcanzado por este sistema de seguridad social, hacen que su existencia no solo sea un requisito para la estabilidad social y el crecimiento económico del país, sino que se ha convertido en un elemento esencial para la vigencia de un “estado social y democrático de Derecho” tal y como lo define el artículo primero de la Constitución.

Espero que como la obra de Gabriel García Marquez, la seguridad social en España no sea esa crónica de muerte anunciada. En cuanto a mi familiar enfermo, del que antes escribía, finalmente falleció demasiado joven. Falleció esperando una mínima luz de esperanza, en un país donde los derechos sociales, tanto de salud como de educación brillan por su ausencia, y donde el capitalismo azota y engulle a los más desfavorecidos, que se van de este mundo sin el más atisbo ni reparo de humanidad. Tomemos nota en España y mantengamos este bien tan preciado.

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