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ENÉSIMA POLÉMICA DIPLOMÁTICA EN LA POLÍTICA ESPAÑOLA

Sánchez, la ‘excepción española’ de la OTAN y el juego del trilero: cómo le pillamos la mentira

Pedro Sánchez presume de haber logrado un trato de favor en la OTAN, pero la Alianza y sus socios lo desmienten, dejando en evidencia al presidente español

Mario Lima 24 Jun 2025 - 07:55 CET
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Sánchez huye a la cumbre de la OTAN con una bomba de relojería en el Tribunal Supremo

Los pasillos de Bruselas llevan años acostumbrados a las maniobras diplomáticas de Pedro Sánchez, pero esta vez el marido de Begoña ha cruzado una línea que ni los más veteranos esperaban.

En vísperas de la crucial cumbre de la OTAN en La Haya, Sánchez ha defendido ante la opinión pública que España ha conseguido una “excepción” para no verse obligada a aumentar el gasto militar al 5% del PIB.

La jugada, sin embargo, ha terminado con un sonoro portazo por parte de la propia Alianza Atlántica y con varios aliados mirando con perplejidad a Madrid.

El relato oficial de Moncloa era claro: España seguiría siendo un “aliado comprometido y fiable” sin tener que asumir el incremento presupuestario que sí aceptan otros países.

El amo del PSOE presumía así de haber logrado un acuerdo flexible que permitiría a España decidir su propio ritmo de inversión en Defensa.

Pero no tardaron en llegar las desmentidas. Mark Rutte, flamante secretario general de la OTAN, zanjó cualquier posible malentendido: “No hay una cláusula de excepción”.

El juego del trilero y el asombro militar

La polémica ha generado perplejidad entre los propios mandos militares españoles, que asisten atónitos al “juego de trileros” protagonizado por el Ejecutivo. La realidad es que España se mantiene como el socio con menor inversión militar relativa de los 32 aliados: apenas un 1,28% del PIB en 2024. Ni el objetivo del 2% —pactado hace años— se ha cumplido nunca, por lo que ahora vender una exención respecto al 5% resulta cuanto menos poco creíble.

Para entender el embrollo, conviene recordar que la carta enviada por Sánchez a Rutte pedía explícitamente “flexibilidad” y consideraba el objetivo del 5% como “imposible y contraproducente” para España. Sin embargo, desde Bruselas insisten en que todos los miembros deben presentar sus propios planes anuales para acercarse a los objetivos comunes, sin privilegios ni excepciones formales. Es decir: lo que Sánchez vendió como victoria diplomática es, en realidad, la posibilidad —ya existente— de diseñar planes nacionales adaptados a las capacidades presupuestarias… pero bajo escrutinio y revisión periódica por parte de la Alianza.

“No existe ningún pacto que exima a España”, concluyen fuentes diplomáticas aliadas. “Otra cosa es que el Gobierno español decida no cumplir, como ya hizo con anteriores compromisos”.

Financial Times mete el dedo en la llaga

La prensa internacional no ha dejado pasar el episodio. El Financial Times habla abiertamente de cómo Pedro Sánchez está torpedeando la unidad interna de la OTAN justo antes de una cumbre decisiva para el futuro europeo. El periódico británico destaca el riesgo para la imagen exterior española: mientras algunos socios se esfuerzan por reforzar su contribución militar ante amenazas crecientes —desde Rusia hasta Oriente Próximo—, España parece buscar atajos retóricos para evitar compromisos incómodos.

Este movimiento ha sido recibido con inquietud entre los aliados más cercanos a Estados Unidos y los países del Este europeo, mucho menos comprensivos ante las justificaciones presupuestarias españolas. El temor es claro: si cada país empieza a buscar excepciones o moratorias según su conveniencia nacional, la cohesión estratégica europea quedará seriamente debilitada.

Manfred Weber y el arte (fallido) del regateo político

El episodio tiene también lecturas políticas más allá del ámbito militar. Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo, no ha dudado en cargar contra Sánchez por priorizar su propia supervivencia política aunque sea “a costa de poner en riesgo la seguridad europea”. El pulso personal entre ambos líderes viene de lejos y encuentra ahora un nuevo capítulo con esta crisis diplomática.

Para Weber y otros dirigentes europeos, la actitud del presidente español es sintomática de una tendencia preocupante: anteponer réditos internos —en pleno desgaste político por corrupción y falta de apoyos— al interés colectivo continental. La estrategia de “vender humo” ante los electores españoles puede servir para arañar titulares en Madrid, pero deja a España aislada entre sus socios clave.

¿Por qué le salió mal la jugada?

La explicación es sencilla… y bastante española. Moncloa creyó poder jugar con ambigüedades semánticas —“flexibilidad”, “compromiso soberano”, “plan nacional”— para vender internamente una victoria imposible. Pero en política internacional las palabras pesan. Y cuando todos los focos están puestos sobre Ucrania o sobre el incierto futuro transatlántico (con elecciones estadounidenses a la vista), nadie quiere ver grietas en la unidad aliada.

Las consecuencias ya son palpables:

Curiosidades y datos llamativos

En definitiva, otra semana vibrante en esa disciplina tan española del arte del regateo político internacional. Pero cuidado: fuera del Bernabéu las reglas no las pone uno solo.

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