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Victoria Lafora – ¿Quién tiene una pistola?

Victoria Lafora 22 Ago 2010 - 12:20 CET
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MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Una mujer ha muerto asesinada en Madrid por los disparos de un anciano iracundo con el que mantuvo una banal discusión de tráfico. El relato, contado así, de forma escueta, podría ser simplemente un suceso más del caluroso verano de la capital, que desquicia a sus habitantes.

Sin embargo, suscita una reflexión más profunda ¿Cómo había logrado la licencia de armas, o su renovación, un anciano de setenta y seis años que llevaba la pistola en el vehículo y que, por el relato de los hechos, no estaba en condiciones de superar ningún test sicológico?

Porque los testigos cuentan que, al parecer, el desencadenante del asesinato fue una discusión por un golpe sin importancia. Que el anciano, tras los insultos cruzados de rigor, sacó el arma y disparó a la mujer en el cuello y, no contento, persiguió al marido que consiguió evitar sus disparos. De vuelta al lugar de los hechos remató a su víctima de otro tiro en el tórax.

Si la nueva Ley de Tráfico cuestiona hasta que edad se debe renovar el carnet de conducir, mucho más importante es regular las licencias de armas. ¿Para que quería una pistola un hombre de setenta y seis años? ¿Estaba en su sano juicio? Evidentemente no.

Lamentablemente no es la primera vez que estúpidos percances de tráfico se saldan con violencia y la aparición en una guantera de un arma de fuego. No hace mucho un insigne magistrado fue acusado por un joven de haberle amenazado de esta manera. Sobre el asunto se corrió un tupido velo. Pero también «jóvenes cachorros» de distinguidos apellidos han protagonizado incidentes parecidos. Se ha pasado del «Vd. no sabe con quien está hablando» al «quiere pelea, pues a ver si se atreve con esto».

Teniendo en cuenta el nivel de agresividad que se respira en las grandes ciudades, donde por una plaza de aparcamiento se puede llegar a mayores, donde la paranoia de los hurtos callejeros, o simplemente la xenofobia, disparan la adrenalina con mucha más facilidad de la deseada, no puede haber armas de fuego en manos de incontrolados.

De momento una mujer de cincuenta y cinco años ha muerto en plena calle por una estúpida discusión de tráfico, y su asesino, un anciano de setenta y seis años, todavía tuvo el coraje de dejarla tumbada en la acera y darse a la fuga. Para eso, para huir, si que recupero el juicio. Pistolas en manos privadas, no.

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