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Entre Andorra y Gibraltar- OBREGÓN, PANCHO VILLA Y EL JUEZ AMNÉSICO

Miguel Higueras 30 Nov 2012 - 16:41 CET
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Miguel Higueras.-

Si hubo algún hombre nacido para ser leyenda fue Álvaro Obregón: se alzó con Francisco Madero para acabar con el régimen de Porfirio Díaz nueve veces presidente de México entre 1876 y 1910.
Apoyó después a Venustiano Carranza contra Victoriano Huerta, que había derrocado a Madero y, antes de acceder a la presidencia del país en 1920, tuvo tiempo de enfrentarse a Emiliano Zapata y Pancho Villa, al que derrotó en Celaya, en una batalla que le costó un brazo.
Quien participó en revoluciones y cuartelazos toda su vida murió de un tiro disparado en un restaurante de la capital, por un pistolero de la última revolución mexicana, la de los cristeros, alzados contra el laicismo del sucesor de Obregón, Plutarco Elías Calles.
Nadie hubiera podido imaginar que el presidente y general mexicano Alvaro Obregón sea menos recordado por los miles de escaramuzas, batallas e intrigas en que participó que por una frase con que pasó a la historia: “no hay general, que resista un cañonazo de 50.000 pesos”.
Hay asociaciones de ideas que carecen de ilación plausible entre la preocupación del pensante en un momento determinado y el recuerdo de algo hasta entonces olvidado y que, sin motivo aparente, la memoria recupera.
Cuando recordé la historia del manco Obregón y de su antecesor Venustiano Carranza, cuyo asesinato causó tanto impacto que, para decir que mataron alevosamente a alguien se dice que “lo carrancearon”, mi pensamiento nada tenía que ver con la revolución mexicana.
A lo que en ese momento le daba vueltas mi mente, y ya estaba dispuesto a admitir que soy animal racional solo porque tengo apariencia de ser humano, era a la amnesia de un juez que facilitó la libertad de un millonario chino, cuya detención tanto había prestigiado a la policía porque había permitido desmontar una red mafiosa.
No hay duda de que el cañonazo de 50.00 pesos de Obregón nada tiene que ver con el juez amnésico.
Las cosas…

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