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OPINIÓN

Juan Pérez de Mungía: «El traje nuevo del presidente»

Juan Pérez de Mungía 09 Abr 2024 - 21:40 CET
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Tanto es su afán por parecer vestido que, a cada paso que da, el traje se hace trizas y muestra sus transparencias Kardashian, propias de la nueva masculinidad. Creía indestructible su traje azul, pero la realidad fría y taciturna es que agostado por el cuello de la camisa, ha tirado del nudo de la corbata mostrando a un pelele colgado del nacionalsocialismo catalán.

Y por la esquina aparece su madame, la encargada de levantar la fortuna familiar, la misma que le descubríó los secretos gais de algunos conocidos de la politica que fueron a satisfacerse en los locales de su suegro. Una información crítica para cualquiera que no haya salido del armario, al menos. Todo se acaba sabiendo en el mundo de la penetración política,  la transpolítica de los socioslistos que emplean el trasero para mandar a tomar por el culo a España, como Marlaska envía a la muerte segura a los guardias civiles de Barbate, mientras su mentor regala visores nocturnos y patrulleras al rey del narcotráfico del estrecho, embarcando en su armada a procelosos inmigrantes como embarca los fardos que luego se distribuyen en Europa, para hacer más comodo el transporte de alijos a las narcolanchas. Lo de Marlaska va de odio y venganza a la Guardia Civil. Y no basta con retirarle competencias y abogar por su eliminación, UCO mediante.

¿Hay algo que no se sepa del fantasma de La Moncloa? ¿Existe algún remedio para las cervicales de Pedro Sánchez para que deje de agachar la testa ante Mojamé 6º, y Mojamé Bin Salman, comprando ahora financiación a base de palestinos?  ¿Tiene vínculos con Putin, como Schröder proclama ante los suyos? ¿Que admira de Maduro? ¿El Helicoide? ¿El oro? ¿El tráfico de Zapatero?, ¿Por qué apoya el genocidio palestino de Hamas?. Sánchez se mueve en la cuerda floja de aparentar cooperación con Europa mientras trafica con petroleo ruso y contribuye con componentes críticos a la fabricación de bombas del sátrapa Putin.

Ahora, a la señora le tiemblan piernas, ahorros y antojos; sus oscuros devaneos con la jet y el jet, es la igualdad de la nueva oligarquía vestida de rosa. Perdiendo financiación para su flamante cátedra de pacotilla con la bendición del bobo de la Complutense. Lástima de un veterinario. El marido de la presidenta, la misma que se le mete en la alcoba sin el colchón de Rajoy, y le chupa la oreja, para que le ayude a inyectar la pasta con la que se compran los sueños, en una trama que apunta a muchos negocios indebidos. Sospechas o indicios flagrantes. Dos años dan para mucho. Falcon para arriba y Falcon para abajo. República Dominicana, aquí y allá. ¿Cuanto tiempo tardará la fiscalía anticorrupción y la justicia en meter mano a este desatino, a esta patulea de ganapanes y corruptos?.

Solo conocemos la parte que emerge del iceber. Bajo las aguas turbulentas de La Moncloa flotan los negocios con Marruecos que penden del hilo de Pegasus. Del hilo que desmadeja la lana solo hay que tirar para enrollar el ovillo mientras el traje se desintegra y deja ver al presidente desnudo. Entretanto robar evidencia de los despachos, de comisarías y del ICAM.

Son tantas y tan crueles las fechorías de Pedro y Begoña, que hasta Pérez Reverte se maravilla y admira de la capacidad histriónica del personaje, un perfecto psicópata gritan las calles de Ferraz, negando al  pueblo español lo que se teje en su alcoba, el plan del día, sin tapujos, a las claras, la caida de la máscara, en la ocupación mafiosa de las instituciones del Estado. Su paranoica necedad conspira contra si mismo y contra el PSOE que le encumbró y lleva a la nada, como si pudiera ir a contracorriente de su destino, con la bendición oculta de Lambán y Page. Cuantos hay que recordarán a Bettino Craxi.

Al final de este viaje, y cuando España despierte del letargo, se podrán conocer todas las conspiraciones y estrategias de destrucción que puso en marcha y el modo, en que al verse acorralado, intenta morir matando. Su narcisimo ha quedado identificado como el emperador de La Moncloa, el hombre que pudo reinar.

Cuanto más aguanta, más asco moral produce. Es la naúsea. Todo hombre, en cuanto se esfuerza por ser algo, se distancia de los demás. En su deriva política, cada uno carga con su propio cadáver y las masas humanas de los desposeidos se desviven cada día mas por dar sepultura a este muerto viviente, a contrapelo de los esbirros de Oughourlian; no basta con descabezar a Cebrián; tal es el desapego que produce, que hasta hay quien pierde el apetito en cuanto escucha su indefinida sarta de mentiras, y observa su mezquina sonrisa. ¿Le cundirá el modelo a Von der Leyen, la próxima expresidente de la Comisión Europea?

El ciudadano tiene interés por saber finalmente, por mera curiosidad, qué subyace a su rastrera dependencia de Marruecos, que oscuros objetos de deseo están detrás del espejo y de su extensa trama de corrupción, la tangentópolis sanchista, día a día desvelada,  el azogue es cada vez menos denso y se percibe y se especula sobre alguna suerte de negocio carnal, una pasión perversa, una compulsiva dependencia. Nada puede ir a menos, hay bastante más. A este hombre no le acompaña nada virtuoso, solo la parca razón del que aspira a satisfacer su necesidad de autocomplacencia. ¿Cuántos hay que puedan consentir que se roben y borren los testimonios de sus delitos?.

Los minutos son horas en la espera. Quien a hierro mata, a hierro muere. La pareja ha cavado la tumba de su futuro, solo le falta un sudario, mientras, camina desnudo entre los despojos de España.

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