Manuel del Rosal: «Los mercaderes del miedo»

Fue un gran consejo el que un día escuché que le daban a un niño: “Siempre debes hacer las cosas a las que les tienes miedo” Ralph W. Emerson, filósofo norteamericano.

“Si haces bien para que te lo agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo”. Francisco de Quevedo

Mercaderes ha habido siempre. Su negocio es y era muy sencillo: comprar a un precio lo más barato posible para vender a un precio lo más caro posible. A lo largo de los siglos las mercancías con las que han hecho negocio se han ido diversificando siempre buscando la mayor rentabilidad. Una mercancía que inició su andadura  casi al mismo tiempo que las ansias de poder y codicia se instalaban en los pechos de los hombres, ha sido el miedo.

En el Mercader de Venecia, Shakespeare dibuja a uno que de los personajes más famosos de la Literatura universal. El judío Shaylock es el espejo donde se miran la codicia y el odio. Shaylock quiere cobrar un préstamo a Antonio cortándole una libra de su carne tal como estipula el contrato. Hoy, los nuevos mercaderes que se enriquecen mercadeando con el miedo, no nos cortan un trozo de nuestra anatomía,  nos cortan, en algunos casos de tajo, nuestra libertad mediante la propagación del miedo. Los brujos atemorizaban a las tribus para poseer el poder y los privilegios. Las antiguas religiones utilizaban los inexplicables fenómenos de la naturaleza como señales de la ira de los dioses. Las religiones modernas nos amenazan con el infierno para sembrar el miedo en nuestros  corazones y en nuestros cuerpos. Todos ellos han sido los mercaderes del miedo. En los tiempos modernos, los brujos, sacerdotes, predicadores, religiones etc. reciben los nombres de financieros, magnates, políticos,  corporaciones, gobiernos, clubes secretos de gente podrida de dinero y poder.

Esparciendo el miedo al clima, al medio ambiente, a la recesión, a Putin, a la prima de riesgo, a la pérfida inflación, a la amenaza de guerra; a todo aquello que sale de las podridas mentes de quienes, dominando el mundo, nos hacen creer que, si no caminamos con arreglo a las doctrinas oficiales, el mundo deja de girar y todos nos caeremos por simple lógica de la Física. Fieles a la máxima que dice que para dominar a un pueblo basta con mantenerle en el miedo, han sustituido el fuego del infierno por todo lo anteriormente expuesto

Nos tienen bajo su férula acobardados, acongojados, sometidos, infelices, tristes y cada día más pobres;  y en algunos casos famélicos, cuando no viviendo entre hambrunas y sed. Y esto lo hacen quiénes nos gobiernan suministrandonos dosis bien calculadas de miedo. El miedo nos paraliza, nos impide protestar, te llama a esconderte, a callar, a asentir, a acomodarte a situaciones indignas, ruines y mezquinas que te convierte en esclavo del que te suministra, en las dosis precisas, el miedo.

Shakespeare no tendría necesidad hoy de crear el personaje de Shaylock, le bastaría con inspirarse en uno de esos personajes que todos los años se reune con los demás personajes siniestros en Davos para decidir que parte de nuestra anatomía mental ha de ser extirpada para acrecentar nuestro miedo y vivir como borregos en un redil del que solo puedes salir cuando y cómo ellos dictaminen.

Yo me pregunto: Y si despojándonos de nuestros miedos, mandáramos al carajo a esos poderes fácticos y con ellos a sus tóxicos mantras en los que sustentan nuestros miedos, acabando con el mercado del miedo, ¿qué pasaría?

Podríamos econtrarnos y podrían encontrarse con una sorpresa mayúscula. Pero  el miedo a este nuevo infierno , mezcla de mantras y nuevas tecnologías, nos mantiene paralizados.

MAROGA