Un escaño por un «polvo»

Sr. Director:

En mi condición de humilde periodista, conocí tiempo atrás a la Sra. Montserrat Nebrera antes de su irrupción en el mundo de la política.

Gozaba de un – probablemente – merecido prestigio como jurista y en us declaraciones, me pareció una mujer inteligente, académicamente preparada y capaz.

Cual no habrá sido mi decepción y disgusto, como mujer, votante y feminista, al constatar su falta de escrúpulos a la hora de hallar un ramplón y estéril protagonismo y dar, desde su burdel virtual, una patada al buen gusto del electorado, al ideario de la Universidad de la cual es vicedecana y a la parcela de soberanía popular a la que aspira como representante parlamentaria.

En una Cataluña consumida por el paro y la corrupción, vacilante en su concepción identitaria en el estado español y amenazada por una previsible y preocupante abstención, el único mensaje que esta candidata es capaz de transmitir, mientras nos mira con ojeras patéticas y post coitales, es que usa lenceria de todo a cien y se arrebuja en una toalla raida que, por fortuna, no llega al cinismo de quitarse para demostrarnos «que no todo vale».

No, señora Nebrera, para hurgar un hueco en la campaña, no vale parodiar a Meg Ryan que tiene un orgasmo célebre en la pantalla, mientras se toma un café. Lo que sí vale es aportar soluciones razonadas por la via de la dignidad, la credibilidad y la coherencia.

Siento vergüenza ajena por usted y su abrumador ridículo Sra. Nebrera. Como mujer, insisto, no puedo tolerar el recurso a un erotismo cutre que insulta la inteligencia. Le recuerdo que hace mucho dejamos atrás el destape y el conseguir las metas desde la sordidez de los favores sexuales.

Trabaje, exponga, mantenga con honestidad y valentía su programa político y tendrá, sino votos, sí respeto que no es poco. El respeto para cuya obtención tantas mujeres luchamos sin hacer concesiones denigrantes jugando con la denostada explotación de nuestra sexualidad para escarnio de machistas.

Porque en Cataluña para puterío tenemos la sala Bagdad, no el Parlamento.