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Ni Elena Salgado ni Zapatero se van a atrever a tocarlos

Ricos, famosos y, sobre todo, poderosos

A la vicepresidenta, muchos miembros del Gobierno la consideran una talibana

Carlos Carnicero 23 May 2010 - 13:18 CET
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El Gobierno Zapatero sigue dando continuos síntomas de descoordinación y, además, aparecen también indicios claros de división.

A la vicepresidenta Elena Salgado muchos miembros del Gobierno la consideran una talibana ya desde su época del Ministerio de Sanidad, de donde tuvo que salir entre la indignación de los vinicultores y las molestias de otros miembros de aquel Gobierno que no comparten sus credos liberales pero radicales.

Su línea de resistencia a subir impuestos a las rentas más altas ha sido objeto de contradicciones por otros políticos con peso en el Gobierno como Manuel Chaves y José Blanco.

Al final, con el decreto sin redactar la víspera del Consejo de Ministros, se han producido unas declaraciones del presidente de Gobierno que apuntan a que el concepto de «ricos» está claramente equivocado. Y además la vicepresidenta Salgado ha dicho que esa reforma se hará cuando «sea oportuno».

Aún cuando pueda parecer obsceno para quien está en el paro o no puede pagar la hipoteca, un millón de euros entre renta y patrimonio no hace rico a nadie. Sucede que la revalorización de inmuebles, que ahora mismo sería difícil de traducir en dinero, hace que un patrimonio de un millón de euros no asegure holgura económica. Los ricos son otros.

Algunos son ricos y famosos y se pasean por los santuarios de la moda; otros están discretamente agazapados en sus consejos de administración: pero hay algunos ejemplos claros que no se tocan porque son ricos, no famosos, pero poderosos.

Es el caso de consejeros de banco que tienen una pensión adjudicada por ellos mismos de más de cincuenta millones de euros; ejecutivos que ganan al año entre tres y dieciséis millones de euros.

Esos patrimonios y esas rentas son las que habría que revisar con dos objetivos: uno, recaudar más en situación de quiebra; y en segundo lugar demostrar a las clases menos poderosas que los sacrificios son para todos.

Pero estos mimbres, ni Elena Salgado ni José Luis Rodríguez Zapatero se van a atrever a tocarlos.

 

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