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Bokabulario

Una novela para entender lo que ocurrió en 1936

Pedro F. Barbadillo 06 Jul 2009 - 13:05 CET
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Si quieres conocer qué ocurrió en España en los años 30, te recomiendo esta novela.

Plaza del Castillo transcurre en los últimos sanfermines de la paz, entre el 6 y el 18 de julio de 1936, en los que participó el autor con 18 años y en los que mezclaban la fiesta con la conspiración. Rafael García Serrano fue falangista de la primera hora y salió de su ciudad natal en la columna militar que marchó hacia Madrid y fue detenida en Somosierra. Luego se hizo alférez provisional y cayó herido en el frente.

Al principio de la novela, nos describe la pequeña Pamplona de principios del siglo XX, donde todos se conocían: «no era extraño en la ciudad que gentes de distinta clase social se tuteasen cordialmente, porque la ciudad todavía era pequeñita, como una casa con pasillos bajo el cielo y una sala de estar con el camino de Santiago por artesonado y otra sala de recibir con árboles y banda de música y todos se conocían bien y hasta pocos años antes todos habían sido amigos, y ahora, al menos, casi todos eran amigos» (pág. 51). Pero la ambición y el odio habían acabado con esa armonía: «la convivencia estaba rota, hecha pedazos: ardía en el retablos, en el trigo, en los olivares, se tumbaba con dos balazos en el mármol de la autopsias. Era el instante de una sacra violencia» (pág. 339).

No se trata sólo de una novela en la que aparecen falangistas, republicanos, carlistas, militares, socialistas, policías y hasta un peneuvista (cardo raro en Navarra hasta la Monarquía de Juan Carlos I). También en ella se describe la división generacional entre padres e hijos, entonces radical en toda Europa.

«Cuando salió de su casa, su padre le dijo: «Tenías razón, sólo quedáis vosotros». Por un simple motivo generacional su padre había creído en los grandes mitos democráticos (…) se acogió a las piadosas banderas de un catolicismo parlamentario, turnante, contemporizador, burgués y sosote, que confiaba la defensa de Cristo a los guardias de Asalto. También este último tinglado se vino abajo con ridículo estrépito. Abatía tristemente sus convicciones con estas palabras: «Sólo quedáis vosotros»» (págs. 334 y 335). «En general, los padres, no sabían que sus hijos llevan pistola y estaban comprometidos en la lucha por su derecho a la existencia. A veces oían hablar de combates callejeros, de atentados, de represalias, pero siempre pensaban que de esa tarea se encargaban los hijos de los demás» (pág. 335).

Para mí la escena más entrañable de la novela es la explicación que da uno de los muchachos en casa al unirse a la columna del general Mola:

-Hay que salvar a España.
Pero la frase le parecía demasiado fuerte y entonces explicaba su incorporación de una manera más simple:
-Además, se van todos los amigos.

Todas estas frases atraviesan el papel como si su autor hubiese apretado con fuerza las teclas de la máquina de escribir. Al conocer la vida de Rafael García Serrano sabemos que él las pudo pronunciar u oír en ese año cenital de 1936. Incluso estas otras: «No podemos odiar a nuestros enemigos. Mañana hemos de vivir con ellos» (pág. 343).

CODA: Por una torpeza mía se ha borrado el post anterior Pues yo no pido perdón, Soraya guapa, así como sus comentarios. Mis disculpas.

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