Los galgueros me dieron un premio el otro día en Torrijos (Toledo). Se congregaron allí a centenares, cerca de mil aquella noche, cosa que me sorprendió ,y no por mí sino porque era el acto inaugural de su federación donde se presentaban los 16 finalistas del campeonato de España. Entre ello habrá salido el campeón o, con más posibilidades, la campeona, porque los machos eran clara minoría entre los que habían alcanzado esas series finales. Vamos, que en galgos suelen ganar, aunque no siempre, las chicas.
Ví en Torrijos una afición pujante, viva, que se crece ante las adversidades y se sobrepone a una enconada persecución que no cesa. Se han convertido en los apestados de los apestados entre los cazadores y de nada sirve que demuestren con cifras y comportamientos que más que verdugos son las víctimas. Un caso de maltrato se multiplica por mil y se repite en fotos (he vuelto a ver en la prensa nacional la archifamosa de los dos galgos colgados de ¡año 1998!) y comentarios. Ya he dicho que hay que extirpar esa canallesca práctica y no solo eso sino que ellos deben ser los primeros en su denuncia. Vaya por delante pero de inmediato hay que resaltar que los informes reales y objetivos cuando hablan de abandono y maltrato resulta que dejan muy claro que de los cerca de 150.000 perros que sufren abandono o crueldad, muy pocos, una ínfima parte les pueden ser achacados mientras que son los que sufren en sus carnes incontables robos.
Dijeron que me daban el premio por defenderlos. Tan sólo he dicho algunas verdades. Como que la caza con galgo es la más pura y deportiva, no interviene el arma y muy poco, el hombre que apenas hace otra cosa que mirar, y sin ella no existiría la propia raza ; no puede imaginarse mayor atrocidad medioambiental que pretender su prohibición como se intentó incluso en la época de la “Talibán Narbona” cuando el ecologismo más intransigente dictaba las normas en el ministerio. Son los galgueros la caza de a pie, humilde y orgullosa, apasionada y exigente. Que se acordaran de mi es para estarles agradecido. Allí y se lo dije y hoy se lo reitero.
Pero también les dije otra cosa que hoy quiero hacer extensible al conjunto de los cazadores. No os calléis. No podemos estar callados, seguir callados. Ni ellos ni ninguno. No hay que esperar a que otro levante la voz, la palabra y la pluma. Cada vez que una agresión contra el colectivo tenga cabida, y la tiene todos los días, en medios de comunicación escrita, hablada o televisiva ha de responderse. Hay que, de inmediato escribir a ese periódico, llamar a esa emisora, ponerse en contacto con ese programa, como hacen de manera orquestada quienes nos atacan.
Esa respuesta es la que es necesaria y la que vale más que ninguna. Esa contestación es la que va a ser tenida en cuenta en los medios de comunicación generalista. Ese y no otro es el camino. No callar. Y no hacerlo sólo en los medios especializados sino en aquellos que van dirigidos al conjunto de la sociedad. Personal o colectivamente no puede dejarse pasar ninguno de estos desaforados ataques. No podemos caer en el que calla otorga. Ni en los galgos, ni con el nuevo reglamento de armas ni en ninguna de las múltiples acusaciones que de manera tan persistente como ignorante se nos cuelgan cada día al cuello. Y eso es labor de todos. Gracias pues por el premio. Pero la mejor manera de defenderos es que los hagáis vosotros mismos. Que lo hagamos todos y no dejemos pasar una. Que demasiadas se han dejado ya.
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