Este 24 de marzo de 2015 escribe David Torres en Público una columna titulada ‘Los huesos del Miquel de Sirvent’ en la que arranca diciendo:
Al parecer, los huesos de Cervantes están enterrados donde se suponía que estaban enterrados los huesos de Cervantes. Lo dice una placa en el convento de las Trinitarias, aunque el Ayuntamiento de Madrid se ha gastado porrocientos mil euros en esta ardua labor de azadón y perogrullo. Aunque seguros, lo que se dice seguros, no estamos
Añade que:
Otros madrileños hubiéramos preferido que aclarase antes el caso de las cinco niñas muertas del Madrid Arena (ocurrido sólo unos años atrás) que el enigma Cervantes (que ya va para los cuatro siglos), pero la alcaldesa es una mujer concienzuda que va resolviendo los enigmas por estricto orden de desaparición.
Y concluye que:
Para Bilbeny, Barcelona es el lugar donde el Quijote se cura de su enfermedad y, no sólo eso sino que, según él, Cervantes sólo dice cosas buenas de los catalanes. Debe decirlas entre líneas, porque, cuando don Quijote y Sancho llegan a Barcelona, dos pícaras muchachas dejan molido al pobre caballero a fuerza de bailes; unos traviesos muchachos les meten por el culo a Rocinante y al rucio unos manojos de aliagas, con lo que sus jinetes acaban por los suelos; y al cabo don Quijote se hace amigo de un ladrón cuya banda previamente le desvalija.
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