¿Que la mayoría de los comentaristas cree que con el simple enunciado de la mejora de la economía no se van a ganar las elecciones? Pues que se vayan enterando esos tertulianos, esos columnistas, de que Mariano Rajoy seguirá hablando de la buena situación económica mientras le-dé-la-real-gana. O sea, en días como este martes de junta directiva nacional. ¿Que habría que haber realizado una disección medianamente crítica de lo que le ha ocurrido al PP en las elecciones de Andalucía? Pues ni mencionar a esa Comunidad. ¿Que Bárcenas, Gürtel, merecían al menos una mención de pasada, que habría que haber dicho algo en concreto sobre Ciudadanos, quizá sobre la saga-fuga de Podemos, una breve alusión a Pedro Sánchez, a reformas en la normativa electoral, a qué hacer en Cataluña, a la polémica sobre cambios en la Constitución? No se empeñe usted: los tempos y las formas de Mariano Rajoy van por otro lado.
Me parece que el presidente, por quien, lo diré siempre, siento un gran respeto personal, no siempre correspondido por el aprecio político, sigue sin entender el mensaje que le envía esa calle con la que él asegura -pero la realidad es que no- estar en contacto. Sigue sin ver el tsunami político que ruge en las entrañas, y no tanto en la superficie, de este país nuestro. Se atrinchera en lo mucho bien hecho -que lo ha habido–, eludiendo lo que queda por hacer, a base de aseverar que es mucho lo que queda por hacer, pero sin especificar ni cuantificar. Que es la manera más segura de no hacer nada.
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