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Cayetano Gonzalez

El futuro del PP.

26 May 2015 - 12:22 CET
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Con el 27% de los votos, que es lo que tuvo el PP en las elecciones municipales del pasado domingo en el cómputo global de toda España, se puede ser el partido más votado en las generales que tendrán lugar dentro de seis meses, pero es muy difícil que pueda llegar a gobernar, porque se quedará muy lejos de la mayoría absoluta y lógicamente hay que pensar que sólo la suma de lo que sacarán el PSOE, Podemos IU y los diferentes partidos nacionalistas superarán con creces ese porcentaje de los populares.

Ese es el drama en el que en estas horas se mueven los dirigentes populares con su Presidente Rajoy a la cabeza: un partido que hace tres años y medio recibió la confianza de casi once millones de españoles que le dieron una holgada mayoría absoluta, se encuentra ahora con que no solamente ha perdido este domingo una parte muy importante de su poder autonómico y municipal, sino que de seguir esa tendencia, dentro de seis meses, en las elecciones generales, perderá el Gobierno de España.

Y la solución a esta situación no es nada fácil, ya que está condicionada por la escasez de tiempo para reaccionar y por los egos de las personas. Lo lógico es que Rajoy convocara de forma urgente un Congreso Extraordinario para relevar a la cúpula de su partido, empezando por la secretaría general y una de las grandes perdedoras de la pasada noche electoral: María Dolores de Cospedal que no ha conseguido la mayoría absoluta y verá como un pacto del PSOE con Podemos le arrebata la Presidencia de esa Comunidad.

¿Pero bastaría sólo con ese cambio en la cúpula del partido? Parece claro que no. La desafección de una parte importante de los votantes del PP tiene muchas causas y una no menor es la renuncia por parte de Rajoy a defender los principios y valores que en su día hicieron de su partido un claro referente del centro derecha en España. La renuncia de Rajoy a hacer política durante estos tres años y medio que lleva en la Moncloa para centrarse sólo en la economía ha tenido estas consecuencias. Su decisión de no cambiar la ley del aborto aprobada por Zapatero, su errática política antiterrorista para acabar con ETA, su abandono a las víctimas del terrorismo, su falta de firmeza para hacer frente al desafío independentista planteado desde Cataluña ha traído aparejado que en estas elecciones municipales, dos millones y medio de personas que votaron las candidaturas del PP hace cuatro años, ahora no lo hayan hecho. Por eso, se puede pensar que gran parte del problema del PP de Rajoy es el propio Rajoy y si, en ese sentido, sería necesario y conveniente que tuviera la generosidad para quitarse de en medio y facilitar una profunda regeneración de su formación política. No lo hará porque su estrategia política es muy clara: dejar que pase el tiempo pensando que de esa forma los problemas se arreglan solos. Craso error.

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