Vistos los resultados de las elecciones del domingo, lo obvio es decir que la noche del 23 España se acostó siendo de derechas y en la mañana del 25 se despertó siendo de izquierdas. Izquierdas muy fragmentadas que para articular gobiernos tendrán que recurrir a los pactos. Con todo lo que eso supone visto que los dos partidos que tienen la llave que abre la puerta de las mayorías (Podemos y Ciudadanos) han construido su discurso electoral demonizando a la «casta» y repudiando la corrupción. Podrían, pues, complicarse los pactos de Ciudadanos con el PP y los de Podemos con los socialistas. Las cosas no están claras o no lo estarán hasta que se celebren las legislativas. Porque esa es otra: los recién llegados van sobrados de ambición. Sus líderes: Iglesias y Rivera, tienen prisa. Se postulan directamente para instalarse en La Moncloa. Ya se sabe cómo son los jóvenes: o César o nada. Puede que acaben mareando la perdiz de los pactos y jugando a las abstenciones hasta saber qué pasará en noviembre. Bien es cierto que dados los resultados (brillantes) obtenidos por las candidatas de Podemos en Barcelona (Ada Colau) y en Madrid (Manuela Carmena) es difícil pensar que Podemos aplace la posibilidad de hacerse con las principales capitales del Reino. En el plano de lo simbólico, para ellos sería tanto como rozar el cielo.
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