Santiago López Castillo

Caras, caretas y caretos

Caras, caretas y caretos
Santiago López Castillo. PD

Siempre me he fijado en la presencia del ser que tengo en frente, ya sea en persona, en video o en televisión. Generalmente, el aspecto elegido responde a su ideología, aunque algunos la oculten o la disimulen. Por ejemplo, todo ese espécimen de «podemitas» que lleva en andas o silla de caminar a un tal Echenique, pobrecito, que tanto me recuerda a Stephen Hawking, que seguramente también es un genio pero irrefrenable sectario.

El aspecto físico -aunque gracias a Dios se vayan superando muchas barreras para la convivencia- hace encontrar el más conveniente acomodo en el grupo conforme a sus características. Así, sálvese la que pueda, las feas y machorras anidan en los sectores feministas, al que se suma, desde otro lado de la belleza, una indigente cultural de las ondas hercianas que va de progre por la vida. Y no es un genio, desconozco su naturaleza pero sí su condición. Luego está toda esa ralea con rastas y piojos, que diría Celia Villalobos, que encuentra cobijo en grupos extremos como Podemos, que saludan al Rey en mangas de camisa y encima, le tutean, somos el pueblo, o, mejor dicho, los gilipollas autóctonos que gastan esmoquin con deportivas y una mierda. Puedo incorporar a estas gentes o especimenes aquel senador socialista de los años 80 que acudía en verano a los plenos con sandalias y calcetines, posiblemente para amortiguar el fermento de sus quesos.

Y hablando del PSOE, quién no recuerda la barba y la pana y la trenca de Felipe González, Alfonso Guerra y sus mesnadas. Es la imagen, que no la imaginación que, según Baroja, es mala cabalgadura para el hombre sensato; la que nos hace tristes, descontentos y románticos. Con traje y corbata podría ser el dependiente de El Corte Inglés, o sea, el señorito Sánchez, pero para la política ultramontana sus principales clientes son la derechona, un lujo y satisfacción oler bien y no aquello de que el desodorante te abandona. O el champú, que no llega a Venezuela. Ni el papel higiénico ni un bocado de pollo.
Las caretas y los caretos son máscaras que ocultan intenciones perversas. ¿Lobos con piel de cordero? Mi amigo y vecino Horacio Laca Tortijosa es comunista a rabiar. Va a pecho descubierto. Tiene chalé, apartamento y piso en Madrid. Tres en uno. Las malas lenguas comentan que le tocó la lotería pues era un simple operario de una empresa de camiones. Pero no reniega de su marxismo-leninismo. Así cualquiera; así soy yo maoísta-leninista o del descendido Rayo Vallecano. E incluso perro-flauta silbando melodías.

En resumidas cuentas, los caraduras saltan a la vista. Es como para echarse a temblar.

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