Romance de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez, Pedro Sánchez,
el de la chaqueta parda,
el de la risa dentífrica,
el de la hirsuta mirada,
el muerto resucitado
casi por arte de magia;
el gafe echador de cuentas,
cuentos, mentiras y cartas,
el General Secretario
más efímero que haya
en la historia del Partido
de tradición centenaria;
el cabrito degollado
por Ferraz una mañana
por intentar mantenerte
frente al Comité de marras;
el de los gestos hipócritas
y las perdidas batallas
cada vez que presentaste
tu guapa cara rajada;
el capricho de los ninis,
el suspiro de las damas,
el enroque de Pablito,
que te las puso «moradas»;
el traidor de Ciudadanos
y traidor de Ciudadanas,
en correoso desacorde
con la formación naranja;
el boquirrubio arrojado
por la Gestora asturiana
al duro crujir de dientes
y al recorte de las alas;
el tapón a todo acuerdo,
el de la piel amoscada,
el del puño izquierdo en alto,
el de la camisa blanca,
el de «Freedom Catalonnia»
como «nación» ofertada
para conseguir avales
que llevar a las Primarias
frente al Patxi vascongado
y la trianera Susana;
el de la patria bandera
cambiada por la estelada,
el del «no-no-no» en la boca
igual que una bofetada
proferida entre risitas
de asquitos y mala baba,
el chulito madrileño,
el rey de la suspicacia,
el vengador justiciero,
el «crash» de la militancia;
el amigo de Miquel
Iceta, baila que baila,
con el Pesuc en la chepa
y la chupa amarronada,
el del coche a toda mecha
de mítines a la brasa,
y el de la puerta cerrada
a toda negociación
con las huestes rajoyanas…
ya te lo decía yo:
mucha jeta descarada,
mucha labia de carrera,
mucha pose figurada,
mucha ardid y mucha rabia,
pero poco entendimiento
y poca, poca sustancia.
«Abajo la jerarquía,
arriba la militancia»,
gritas sin tener en cuenta
que a ti mismo te rebajas
proponiendo malabares
juegos sin pizca de gracia.
Ya veremos ahora en mayo,
cuando las flores renazcan,
cuántos votos tú recibes,
cuántos recibe Susana,
y cómo queda el partido
desmembrado hasta las cachas.
Un partido necesario
para equilibrar a España.