Sobre el escenario, el candidato termina uno de esos pensamientos que se hacen con la laringe y coincidiendo con los primeros aplausos de los pelotas levanta un brazo que no puede ser, ni falangista, ni nazi, ni comunista sino un brazo, preferiblemente el izquierdo, flexible, moderno y casual, doblando mucho el codo. Un brazo muelle.
Mientras los líderes van peregrinando por las televisiones, los covachuelistas hacen cola en el auditorio para saludar a los que mandan y, si hay suerte, conseguir un autógrafo o un salvoconducto para los tiempos que vienen, una subsecretaría o una dirección general, aunque no figure en la contabilidad y vaya en negro. ¿Tu no aplaudes? No, yo espero a las autonómicas.
En lugar de dedicarse a implicar a la Nación en un proyecto, grande o pequeño, pero realmente ilusionante, el único que puede aglutinar a toda la Nación, con Hispanoamérica donde están ahora mismo los Reyes, o con Europa, hoy debilitada por sus propias carencias aprovechadas por Putin y Trump, aquí cada vez se necesita más gente para no hacer nada.
En lugar de gestores y hombres de estado, son los artistas, toreros y los líderes de siempre los que, con ambiciones divididas, recorren los platós de televisión para retroalimentarse con los medios y ejercitar su agotadora demagogia en lugar de actuar e idear soluciones para los auténticos problemas que tienen los ciudadanos y no los falsos problemas creados por los llamados a resolverlos.
Las temperaturas suben preocupantemente, las ciudades se llenan de antenas y aparatos tecnológicos, las aguas sufren la contaminación y con ella los ciudadanos las patologias cuya relación está aún por descubrir o declarar. El turismo, nuestro mayor capital, está en el aire, y la vida, que es fundamentalmente privada, se haya absorbida en grado superlativo por la pública, que está para facilitar aquella, no para estorbarla.
Y con todo este panorama, nosotros pasamos los dias, perdiendo tiempo, millones de euros y de servidores públicos con un cansino cuento infantil separatista y otros cientos de miles de personas ocupados en obtener una covachuela en la Administración pública, no por una falsa ideología sino porque no tienen otra o se les ha acabado en la vida privada.
La insurrección separatista que ha durado décadas, terminó cuando llegaron tres personas a Barcelona, el Sr. Bermudez de Castro y otros dos, mientras Rajoy y Soraya seguían silbando al pasar el trebole. Fue el 155 light. Luego, el cómplice de los rebeldes Pedro Sanchez, decidió que ni siquiera hacia falta porque necesitaba a los separatistas para conseguir el poder, y volvieron a las andadas.
Ahora los candidatos cogen el Falcon o el otro avión que alquila a Sanchez el PSOE para no levantar sospechas de nepotismo, o hacen kilómetros en una furgoneta hippy para, con la camisa por fuera y la barba sin afeitar, decir las mismas tonterías de siempre y levantar el brazo muelle, elástico, maleable, sumiso, acomodaticio, de vizconde de Galapagar, una especie de corte de manga con un solo brazo en favor, no de una causa, sino de su propio beneficio.
¿Tu no aplaudes? No, yo espero a las autonómicas.
Más en Columnistas
CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL
QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE
Buscamos personas comprometidas que nos apoyen
CONTRIBUYE
Home