Victor Entrialgo De Castro: «Más allá de la sorpresa»

Cualquiera que se sorprenda del triunfo de Anne Marie Le Pen en las elecciones francesas es que no se ha enterado de cómo el movimiento de los chalecos amarillos ha tratado de chantajear al Estado francés, igual que cualquiera que conozca siquiera un poco el coñazo separatista en España sólo puede extrañarse de que Vox, o alguien más a su derecha, como Le Pen, no haya ganado las elecciones en España con mayoría absoluta.

Las dos provocaciones son de tal magnitud que la física sin más, sin necesidad de ideas ni creencias políticas, explicaría tales reacciones por parte de los ciudadanos de esos paises. Y que no haya sucedido algo así en nuestro país sólo puede tener una explicación.

Que Francia es una nación mucho más rica porque tiene muchos más ricos, con un montón de trabajadores encabronaos con la inmigración que a ellos perjudica que votan también a Le Pen, mientras los chalecos amarillos alentados por la izquierda de Melanchon incendian Paris, tiran piedras y se rebelan contra el Estado, el orden constitucional y chantajean a todos sus conciudadanos.

Mientras que España, numantina, austera, hidalga y sobria pero más pobre, tiene menos ricos, nuevos eso sí, porque la envidia, tanto o más que los auténticos deseos de justicia social, es la que siempre lo gobierna todo.

Después hay individuos, masa o no, que consideran que no quieren perder el puesto o la subvención y votan conservador, o sea, que me quede como estoy. En mi plaza, mi subvención, mi puro, mi café, mi partida y mi Maria Luisa. O sencillamente creen que ni tienen nada que perder. Se equivocan. Cuando no se tiene que perder, aún se puede perder la esperanza.

Como dice Fernandez Vara, Hay que darle una pensada a esto.

La cosa es que en política hay dos comportamientos humanos, tener ideas o estar en creencias.

Y el caso es que, aunque una creencia sea refutada como idea por la realidad, una y otra vez, sigue funcionando como creencia. Así después de 35 años en el poder, habiendo dejado un erial se mire por donde se mire, siguen los catalanes creyendo en el nacionalismo golpista y corrupto o la mayoría de los asturianos votando al partido socialista. Es el más flagrante abandono de la razón histórica.

Porque la realidad misma es histórica, la razón histórica debería servirnos como método para tomar nuestras decisiones como sociedad. El hombre de estado que, flagrantemente, no es Sanchez, será en España el que una al centro derecha. Porque frente a los que ganan dividiendo, unión es lo que precisa la Nación.

Sorprenderse es empezar a comprender. El problema es que siendo verdad que lo más que puede ser una idea, una teoría, con ser mucho, es siempre menos que la realidad automática de las creencias. «Las ideas se tienen, en las creencias se está». Y el votante está en la creencia de ésto o de lo otro y desde esas creencias que son para él la realidad misma existe y se comporta.

«Darse cuenta de una cosa sin contar con ella», ¡eso es una idea!

Y «contar con ella, sin darse cuenta,», ¡eso es una creencia!

Nos damos cuenta de muy pocas cosas de las que están pasando en España y en el mundo que requieren ideas diferentes y seguimos contando con las viejas creencias de siempre.

Ahí tenemos la explicación de algunas elecciones humanas. Por ejemplo, las dos últimas. Con las provocaciones que está sufriendo la Nación todavía existe la división. La tarea es la unión. Dejarnos sorprender por las ideas con las que no contábamos.

Se equivocan quienes piensan que nada tienen que perder. Cuando no se tiene nada que perder, aún se puede perder la esperanza.