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España

La coronación de Don Pelayo, la reconquista y su importancia a día de hoy

El líder que encendió la llama de la resistencia en Covadonga.

Mario Sala Moreno 27 Mar 2025 - 05:43 CET
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Tal día como hoy, en 722, se coronó Don Pelayo, un hombre olvidado por muchos, pero sin él, España no sería la misma.

El líder que encendió la llama de la resistencia en Covadonga.

Fue él quien, con coraje y fe inquebrantable, se levantó frente al dominio Musulmán en la península Ibérica y marcó el inicio de la Reconquista, un proceso que tardaría siglos, pero que devolvería la identidad cristiana a la península ibérica. Don Pelayo no solo fue un rey, sino un símbolo de valentía y determinación.

Cuando todo parecía perdido, cuando la sombra de la invasión completa se cernía sobre la Hispania visigoda, él y sus pocos hombres demostraron que la voluntad de un pueblo puede cambiar la historia. El ejército musulmán, compuesto por miles de soldados dirigidos por el gobernador Munuza y el general Al Qama, confiaba en una victoria rápida sobre la resistencia cristiana.

Por el contrario, Don Pelayo y sus hombres, aprovechando la orografía montañosa de los Picos de Europa, tendieron una emboscada en el estrecho desfiladero de Covadonga, donde las filas musulmanas quedaron atrapadas y fueron diezmadas por una lluvia de flechas y proyectiles lanzados desde las alturas.

Lo que en su momento parecía una empresa imposible, unos pocos contra muchos, se convirtió en el punto de partida de un proceso que se extendería por casi ocho siglos. Covadonga fue la chispa que encendió la Reconquista, una gesta en la que generación tras generación se mantuvo firme en la recuperación de la Hispania perdida.

Desde el pequeño reino de Asturias hasta la expansión de los reinos cristianos, la misión que inició Don Pelayo no se detuvo hasta que, en 1492, con la toma de Granada, se completó la restauración de la identidad hispánica. Hoy, más que nunca, su heroísmo nos recuerda la importancia de defender nuestra identidad, nuestra cultura y nuestra soberanía.

En tiempos en los que la historia parece repetirse bajo nuevas formas, con una permisividad total a la suplantación religiosa y cultural, necesitamos el espíritu indomable de un Don Pelayo, alguien que se alce con determinación ante cualquier intento de sometimiento.

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