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El derrumbe de la justicia, la seguridad y la convivencia en España. La renuncia a lo más elemental sin apenas darnos cuenta

“Lo más difícil de explicar es aquello que, siendo elemental, básico y obvio, la gente corriente ha ido renunciando sin apenas darse cuenta.” Ayn Rand

Carolus Aurelius Cálidus Unionis 15 Jul 2025 - 11:25 CET
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Esta frase, tan certera como demoledora, resume el drama que atraviesa la sociedad española: la renuncia progresiva, inadvertida y casi resignada a los principios más elementales que han hecho posible la civilización, la prosperidad y la paz social. Todo aquello que durante siglos fue considerado innegociable —la protección de la vida, la libertad, la propiedad, el respeto a la ley, la certeza de que el criminal sería apartado— se ha ido desmoronando, desmontado pieza a pieza, bajo el disfraz de un supuesto “progreso” que, en realidad, ha traído inseguridad, miedo y decadencia.La renuncia inadvertida a lo elemental: El derrumbe de la justicia, la seguridad y la convivencia en España.

Los asideros de la civilización: ¿qué hemos perdido?

¿Cuáles eran esos asideros básicos, esos fundamentos inamovibles?

Estos principios, lejos de ser abstractos, eran vividos y sentidos por la gente corriente como el suelo firme bajo sus pies. Eran el escudo contra la arbitrariedad, la violencia y la ley del más fuerte.

El espejismo del “progreso” y la demolición del castigo

¿Por qué y cómo se ha desmontado este edificio?

En nombre del “progreso”, de la reinserción, la reeducación y otras pamplinas ideológicas, se ha vaciado de contenido el castigo, se ha puesto el foco en el delincuente (al que muchos consideran una víctima de la sociedad) y no en la víctima, se ha relativizado la gravedad del crimen y se ha vendido la idea de que la severidad es incompatible con la civilización.

Vulnerabilidad, miedo y fractura social: las consecuencias de la renuncia

¿Qué ocurre cuando se derrumban estos asideros?

La consecuencia es una sociedad vulnerable, desprotegida, desmoralizada. La gente corriente, decente, la mayoría honrada, se siente cada vez más sóla ante el peligro. Los asideros que daban sentido y seguridad —la ley, el Estado, la policía, la justicia— han sido socavados por discursos buenistas y políticas irresponsables.

En España delinquir sale barato: la impunidad como norma

¿Por qué los delincuentes —nacionales y extranjeros— actúan con tanta impunidad?

Porque delinquir sale barato. No hay castigo ejemplar, no hay apartamiento real, y la reincidencia es la norma. El mensaje que recibe la sociedad es demoledor: la ley no protege, el Estado no castiga, la convivencia es papel mojado.

La inmigración masiva y descontrolada: agravante de la crisis

¿Por qué la inmigración masiva y descontrolada agrava la crisis de seguridad y convivencia?

Porque no se trata solo de números, sino de la entrada de miles de personas que, en demasiados casos, no comparten ni respetan los valores, tradiciones, normas y costumbres que han hecho posible la vida en común en España. Muchos de ellos desprecian la civilización que encuentran, ven nuestras leyes como signos de debilidad y consideran legítimo atentar contra ellas.

El deber elemental: apartar a los malvados, proteger a los honrados

¿Por qué es imprescindible recuperar el principio del apartamiento del delincuente?

Porque no hay civilización posible sin justicia, sin castigo al delincuente, sin apartamiento de quienes destruyen la convivencia. La experiencia histórica lo demuestra: donde la ley se cumple y el criminal es apartado, florecen la prosperidad y la confianza. Donde la impunidad reina, la sociedad se degrada.

¿Por qué la gente corriente acude a la autoridad?
Porque es elemental: existen malvados —además de idiotas— y cuando estos nos persiguen, nos arruinan la vida, nos roban, nos agreden o nos destruyen, hay que recurrir a la autoridad para que impida que nos perjudiquen, sin contemplaciones.
La autoridad existe para proteger a la gente decente de los malvados y de los idiotas. Cuando no lo hace, deja de ser autoridad y se convierte en cómplice de la injusticia y la barbarie.

Garantismo, indultos y amnistías: la perversión del sentido de la justicia

¿Qué mensaje recibe la sociedad cuando el Estado perdona, indulta o amnistía a quienes han atentado gravemente contra la convivencia, la legalidad y la seguridad?

En las últimas décadas, quienes se autodenominan progresistas han impulsado una transformación profunda del sistema penal y judicial español. La severidad, la ejemplaridad y el apartamiento del delincuente han sido sustituidos por una retórica de “justicia restaurativa”, “reeducación”, “reinserción” y “garantismo”. Se legisla para que los violadores, agresores sexuales, pederastas y criminales de todo tipo vean reducidas sus penas, accedan a beneficios penitenciarios, salgan antes de prisión o, directamente, no ingresen nunca.

Esta política de perdón institucionalizado no solo desmoraliza a la gente decente y honrada, sino que alimenta el cinismo, la desconfianza y el resentimiento. Los delincuentes, lejos de reinsertarse, se envalentonan; las víctimas, lejos de sentirse protegidas, se sienten abandonadas; la sociedad, lejos de avanzar hacia la civilización, retrocede hacia la ley del más fuerte.

La justicia no es compasión con el criminal, sino protección de la víctima y de la sociedad. No es relativismo, sino firmeza. No es perdón indiscriminado, sino castigo proporcional y ejemplar.

¿Qué hacer? Propuestas para restaurar la civilización y la justicia

¿Cómo revertir este proceso y recuperar los asideros perdidos?

El riesgo existencial: ¿qué está en juego si no actuamos?

La historia enseña que las civilizaciones no caen solo por enemigos externos, sino por la pérdida de confianza, de vigor y de voluntad de autodefensa. Cuando los ciudadanos perciben que su vida, su libertad y su propiedad no valen nada, que el Estado protege más al agresor que a la víctima, el colapso moral y social es solo cuestión de tiempo.

La renuncia inadvertida a los principios elementales ha traído inseguridad, decadencia y miedo. Recuperarlos es la única vía para que la gente decente vuelva a vivir en paz y para que España recupere el pulso de la civilización que la ha hecho grande.

En definitiva:
No hay civilización sin justicia, ni justicia sin castigo, ni castigo sin apartamiento real del delincuente. Todo lo demás —reeducación, reinserción, compasión mal entendida— solo tiene sentido cuando la seguridad de los honrados está garantizada.
Recuperar lo elemental, lo básico, lo obvio, no es retroceder, sino avanzar hacia una sociedad donde la gente corriente pueda vivir, trabajar y prosperar sin miedo, con la certeza de que la ley está de su lado y no del lado del criminal.

¿Cómo se relaciona la pérdida del monopolio estatal de la violencia con la inseguridad y la fractura social?

El monopolio estatal de la violencia es el fundamento sobre el que se sostiene la paz social y la convivencia civilizada. Cuando el Estado abdica de su función esencial, ya sea por incapacidad, dejadez o complicidad, se produce un vacío de autoridad que invita a la proliferación de la violencia privada, la justicia por mano propia y la inseguridad generalizada.

¿Qué papel juegan las ONGs y las subvenciones en la gestión de la inmigración y la seguridad?

Las ONGs que gestionan la acogida y asistencia a inmigrantes reciben millones de euros en subvenciones públicas, pero la falta de transparencia y control ha generado críticas fundadas sobre la eficacia y la ética de estos recursos.

¿Cómo afecta la percepción social de inseguridad a la cohesión y el futuro de España?

La inseguridad percibida, alimentada por hechos reales y por la sensación de impunidad, tiene efectos profundos en la sociedad:

¿Qué enseñanzas podemos extraer de la historia y la tradición jurídica española?

La historia jurídica y social de España ofrece numerosas lecciones sobre la importancia de la justicia firme y la protección de la convivencia:

¿Cómo reconciliar la justicia con los derechos humanos sin sacrificar la seguridad?

Un desafío clave es encontrar el equilibrio entre el respeto a los derechos humanos y la necesidad de proteger a la sociedad:

Referencias y voces críticas:

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