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Lo ha dicho con claridad en un valiente y documentado artículo en ABC Taleb Alisalem, escritor saharaui: “No hay que ser experto en geopolítica para ver cómo Marruecos infiltra su agenda usando a parte de su diáspora como arma de influencia”.
“Lo llaman “integración”, pero en muchos casos es lo contrario. Lo llaman “orgullo cultural”, pero se traduce en enaltecimiento del régimen de Rabat. Lo llaman “diversidad”, pero detrás hay una ideología profundamente autoritaria, patriarcal y nacionalista”, subraya Alisalem.
Lo vemos en Ceuta y Melilla, donde la convivencia es buena pero lo marroquí está sustituyendo a lo español, hasta el punto de que 35.000 habitantes son ya musulmanes, de un total de 83 mil. Y en Melilla, 19 mil residentes han nacido en Marruecos, de una población de 87 mil. En 2025 hay censados en España 2,4 millones de musulmanes, de los que un millón son de nacionalidad marroquí (la más numerosa en España) y de todos estos, solo 54 mil tienen la nacionalidad española porque la mayoría de los imanes enviados a las localidades españolas no les dejan ser españoles.
Pedir respeto a las leyes no es racismo, como no es fascismo querer seguridad, ni odio señalar al que delinque. Lo que sí es complicidad, como hace la extrema izquierda comunista, es mirar hacia otro lado y tachar de racista al que habla de violencia juvenil de origen marroquí, islamófobo al que menciona células de control ideológico en mezquitas, y ultraderechista al que constata problemas culturales o políticos. “Lo que sí es cobardía –dice Alisalem- es dejar que un país como Marruecos utilice la inmigración como arma, como tapadera, como herramienta de poder blando. Marruecos ha desarrollado una red bien articulada de control sobre su comunidad en Europa. Asociaciones culturales, mezquitas financiadas o tuteladas, redes de vigilancia social e ideológica”, medios de comunicación en español y escuelas públicas en las que pagan al profesorado marroquí para enseñar su cultura y tradiciones. Entre los marroquíes de Murcia ha arraigado con fuerza una organización islamista, Justicia y Caridad, que predica el rechazo absoluto a la integración en la tierra de acogida. Un ejemplo nefasto que confiemos que no prospere.
Marruecos se despliega en Europa para hacer realidad la profecía de Houari Bumedián, presidente de Argelia, cuando dijo en la sesión de la Asamblea de Naciones Unidas de 1974: “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos, pues irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dará la victoria”.
La Península Ibérica ya lo fue entre 711 y 1492, bajo la denominación de Al-Ándalus, integrada inicialmente en la provincia norteafricana del Califato Omeya, posteriormente Emirato de Córdoba y más tarde Califato de Córdoba. Ahora puede ser Europa, como ha pronosticado el sacerdote católico y teólogo Manuel Guerra en su última bitácora publicada en su blog de InfoVaticana, en la que señala los intentos de imponer el imperio de la ley islámica en Occidente.
Como repetiría Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde: “… Al alba, con fuerte viento de levante…“
JORGE DEL CORRAL Y DIEZ DEL CORRAL
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