España arde por los cuatro costados mientras nuestros políticos chapotean en el lodazal de la ignominia
Si levantáramos la piel de toro como si de una alfombra se tratara, el hedor que emanaría del interior de nuestro país sería insoportable. La pestilencia nos invadiría y las heridas provocadas por una corrupción generalizada, por una mafiocracia gubernamental mostrarían sus pústulas, sus larvas y su pus espeso y verdoso. La corrupción es de tal calibre que ya ni siquiera es necesario levantar la piel de una España enferma en su gobierno, en su política y en su sociedad. Está tan avanzada la enfermedad que ya sale por los poros de este país que ha devenido en un secarral de las virtudes que, se supone, debe revestir a las sociedades, a los políticos y a los gobiernos que, muy al contrario, han puesto las bases de una mafiocracia organizada apoyada en las columnas de una corrupción generalizada con el consentimiento por dejadez de una sociedad adormecida.
Las alfombras conjugan en sí mismas la belleza y la utilidad. Son bellas y nos son útiles. También son totalmente inocentes de las villanías que bajo ellas han escondido siempre los políticos, sobre todo desde que la mal llamada democracia legitimó sus perversidades, cobardías, ruindades y mezquindades a más de su miseria moral. Siendo inocentes y, precisamente por ello, durante los años que llevamos de democracia han sido y continúan siendo utilizadas por unos corruptos políticos, sobre todo por los que nos gobiernan, para esconder bajo ellas lo que todos los días barren de las suciedades que generan sus acciones dirigidas tan solo a su propio interés y beneficio. Las inocentes y bellas alfombras tapan la suciedad maloliente, putrefacta, pestilente y ya corrompida hasta la náusea de estos profesionales de la malversación, el choriceo y la ineptitud para ocultar toda su mierda, todos sus gusanos, toda la codicia que albergan sus pechos que más que pechos son cloacas y albañales del desagüe de las aguas sucias en las que chapotean.
Las alfombras no tienen nada que ver con los privilegios, los subsidios, los enchufes, los amiguismos, los chiringuitos creados ad hoc para enriquecerse esos que mercadean hasta con la dentadura postiza de su abuela. Las alfombras son inocentes de tanta mamandurria y perversidad, no así todos los que cosechan las inmundicias en forma de dinero y los que, pudiéndolo evitar, se tapan la nariz cuando ponen la mano para recibir su parte del botín. La pútrida corrupción hace ricos a unos mientras otros reciben en forma de subsidios las migajas de la esquilma del Estado y…todos a callar. No debemos olvidar que este hedor a corrupción existe porque unos la practican y otros la consienten por intereses inconfesables.
El fuego está quemando España. ¿Y qué hace el gobierno? Su presidente disfruta de las vacaciones en La Mareta en calzoncillos, gafas y camisa floreada, arropado por la creme de la creme de los que desprecian a España. A lo más que ha llegado ha sido a una videoconferencia porque su cobardía congénita le impide salir a dar la cara a los sitios donde el fuego inmisericorde asola tierras, explotaciones agrícolas, viviendas y causa muertes. Mientras, uno de sus ministros, el animal de Puente, hace chistes de la desgracia ajena provocada por estos fuegos que han puesto de manifiesto una vez más que a nuestro presidente – semejando a Nerón – solo le preocupa el poder mientras Roma (España) se convierte en un yacimiento de carbón.
¿Y la sociedad? Los ciudadanos, asándose en las terminales de aeropuertos y estaciones de ferrocarril sin decir esta boca es mía, como ovejas encerradas en el redil. Vale
Más en Columnistas
CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL
QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE
Buscamos personas comprometidas que nos apoyen
CONTRIBUYE
Home