Periodistadigital América Home
3 segundos 3 segundos
Coronavirus Coronavirus La segunda dosis La segunda dosis Noticias Blogs Videos Temas Personajes Organismos Lugares Autores hemeroteca Enlaces Medios Más servicios Aviso legal Política de Privacidad Política de cookies
-

Carmelo Álvarez Fernández de Gamarra: «Luz en la incubadora: Dios existe»

Carmelo Álvarez Fernández de Gamarra (Enraizados) 02 Sep 2025 - 12:07 CET
Archivado en:

A veces, entre tanta muerte, aparece la vida. Abres la ventana y el aire fresco te llega hasta los últimos alveolos y te fuerza a sonreír. La belleza del mundo se pone de manifiesto y tú, estas allí para poder verlo. ¡Qué privilegio!

A veces, entre tanta cultura del descarte, surge alguien que apuesta por el cuidado amoroso de los demás, de los más débiles, de los más pobres.

Y a veces, muy de vez en cuando, una buena noticia no necesita adornos porque, sencillamente, es tan buena que se basta a sí misma.

Pablo Sánchez Bergasa, pamplonés, ingeniero y de mirada limpia, ha salvado ya la vida de más de 4.000 bebés prematuros. No es político, no es rico, no es estrella de TikTok. Es, simplemente, alguien que ha elegido ponerse al servicio de los más pequeños, los más frágiles, los más olvidados.

Sí, parece un milagro. Pero es pura ingeniería… y pura fe.

Lo ha hecho con unas incubadoras llamadas IncuNest, que nacieron de un trabajo de fin de carrera y terminaron convirtiéndose en salvavidas de bajo coste para hospitales de guerra en Ucrania, maternidades humildes en Nepal, salas improvisadas en el África subsahariana. Mientras las grandes marcas venden sus máquinas por 35.000 euros, estas incubadoras españolas cuestan apenas 350. ¿El secreto? Voluntariado, código abierto y corazón.

Y aquí viene lo más revolucionario de todo: Pablo no se hizo rico con ello.

Lo dejó todo. Trabajo, estabilidad, sueldo. Saltó al vacío. Vive de sus ahorros. ¿Motivo? Porque lo vio claro: “esto salva vidas, y si salva una más, ya vale la pena”.

Y entonces, en pleno siglo XXI, en un mundo de cinismo y desconfianza, este joven se sube a un escenario, frente a 2.000 personas y ante los Reyes de España, y no habla de “transformación digital”, ni de “resiliencia”, ni de “empoderamiento”, ni de ningún otro término vacío de las consultoras de moda.

Habla de Dios.

Y no como muletilla. Habla de Dios como compañero de camino, como fuerza que le sostuvo cuando se quedó solo en el proyecto, cuando los demás voluntarios se marcharon, cuando no había medios, ni subvenciones, ni focos.

Dice que se inspiró en las monjas del Cottolengo, esas que viven “de la Providencia”, y sintió la llamada. Y que Dios ha transformado sus derrotas en oportunidades, sus tristezas en alegría

Así, con una fe clara, sin complejos, sin necesidad de pedir perdón por creer que hay una razón para vivir y otra para dar la vida.

No, no es un iluminado. Ni un predicador. Es un ingeniero que ha salvado a 4.000 niños. Y eso ya es más de lo que muchos podremos decir en toda nuestra vida.

Por eso este artículo no es un panegírico ni una oda. Es una reivindicación de que sí hay esperanza, de que todavía hay jóvenes que no se resignan, de que todavía se puede hablar de Dios sin avergonzarse, y de que, incluso en esta época de abortos disfrazados de derecho y eutanasias disfrazadas de compasión, hay quienes luchan con alegría por cada vida.

Pablo Sánchez, con tus incubadoras, has hecho más por la humanidad que muchos despachos con aire acondicionado.

Nos haces creer, al menos hoy, que la humanidad no está del todo perdida y que Dios siempre está presente.

Gracias por recordarnos que la vida merece la pena. Gracias por no callarte.

Gracias por ser luz… en una incubadora.

Más en Columnistas

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

CONTRIBUYE

Mobile Version Powered by