La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de reconocer lo que durante décadas ha sido sistemáticamente negado o invisibilizado: los hombres han sido discriminados en las políticas de salud. El informe firmado por la investigadora sudafricana Morna Cornell, bajo el título “Políticas de salud masculinas: ya va siendo hora”, marca un punto de inflexión histórico. No es un panfleto militante ni una boutade periodística: es un reconocimiento oficial de que los varones han sido tratados como ciudadanos de segunda dentro de los sistemas sanitarios.
¿Y cuál es el resultado de este abandono? Una “brecha vital” escandalosa: los hombres viven, de media, entre cinco y siete años menos que las mujeres. En España la diferencia llega a superar los siete años. Y ello pese a que los hombres mueren más por cáncer, por accidentes laborales, por suicidio y por enfermedades coronarias. Si esta brecha se diera al revés, si fueran las mujeres quienes murieran siete años antes que los hombres, no estaríamos hablando de un informe de la OMS, sino de una movilización global sin precedentes.
Octubre rosa frente a junio azul: un agravio comparativo
El ejemplo más sangrante de esta desigualdad se observa en la diferencia entre la atención mediática e institucional dedicada al cáncer de mama y la prácticamente nula que se destina al cáncer de próstata.
El 19 de octubre de cada año se conmemora el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, instaurado por la OMS en 1991, acompañado del lazo rosa que se ha convertido en símbolo universal. Octubre entero es el “mes rosa”, con campañas de sensibilización, entrevistas, concentraciones, declaraciones institucionales y una presencia arrolladora en todos los medios de comunicación. Ese día, incluso en mitad de guerras internacionales, crisis políticas o jornadas futbolísticas, todos los telediarios abren con reportajes sobre la importancia de la detección precoz, con testimonios de mujeres, médicos y asociaciones. Presidentes y ministros se pronuncian solemnemente, y se anuncian nuevas inversiones y programas. El despliegue es total.
Nada de esto se cuestiona: el cáncer de mama merece toda esa atención, y los avances en supervivencia —más del 80% a los cinco años del diagnóstico en fases iniciales— demuestran que la inversión en campañas, prevención e investigación da resultados.
Pero comparemos con el cáncer de próstata, el segundo más frecuente entre los varones en el mundo y el primero en incidencia en España, con más de 30.000 nuevos casos al año. Se calcula que 1 de cada 6 hombres lo desarrollará a lo largo de su vida, y que el 22% de los cánceres masculinos son prostáticos.
Y, sin embargo, el pasado 11 de junio, Día Mundial del Cáncer de Próstata, pasó absolutamente desapercibido: ni medios de información, ni telediarios, ni radios, ni portadas digitales, ni declaraciones institucionales. Nada. Silencio absoluto. Ni un lazo azul en las solapas, ni campañas oficiales, ni entrevistas a urólogos, ni testimonios de pacientes. Como si no existiera. Una fecha fantasma que, año tras año, queda condenada al olvido mediático.
¿La consigna implícita? “Sálvese quien pueda, las mujeres primero”.
El tabú prostático: pudor, ignorancia y negligencia institucional
El cáncer de próstata es traicionero porque suele ser asintomático en sus fases iniciales. Su detección precoz es absolutamente vital: si se diagnostica a tiempo, la tasa de curación roza el 100%. Pero aquí entran en juego dos factores decisivos que lo condenan a ser detectado tarde:
- El pudor masculino: la vergüenza, el miedo al tacto rectal, los prejuicios.
- La falta de campañas informativas y de cultura médica dirigida a hombres.
Según una encuesta de la AECC, el 70% de los hombres ha sufrido síntomas asociados a la próstata, pero solo el 31,8% acudió al urólogo. En España, apenas el 15% de los varones sigue las revisiones anuales recomendadas a partir de los 50 años (o de los 45 en caso de antecedentes familiares). Este déficit preventivo explica que tantos casos se diagnostiquen tarde, cuando el tumor ya está extendido y las opciones de curación se reducen drásticamente.
Las consecuencias son devastadoras: el cáncer de próstata es la tercera causa de muerte por cáncer en hombres españoles, solo superado por pulmón y colon. Y sin embargo, el silencio institucional es clamoroso.
El doble rasero económico y político
El desequilibrio en el gasto sanitario también es flagrante. En España, dos de cada tres euros del gasto sanitario se destinan a mujeres, en parte debido a la atención vinculada a la maternidad. Pero además se canalizan fondos hacia programas de prevención y detección precoz de enfermedades femeninas, mientras que la salud masculina queda relegada a un segundo plano.
El contraste es obsceno: mientras se celebran campañas masivas para la detección del cáncer de mama, no hay ni rastro de campañas equivalentes para el cribado prostático. El resultado es una discriminación estructural en la que el varón aparece como un “ciudadano desechable”, cuya salud solo importa en la medida en que afecta a terceros.
Factores de riesgo y prevención: lo que todo hombre debería saber
El cáncer de próstata afecta sobre todo a hombres mayores de 65 años (el 75% de los casos), aunque también aparece en varones más jóvenes. Los factores de riesgo incluyen:
- Edad avanzada.
- Antecedentes familiares.
- Dietas ricas en grasas.
- Tabaquismo.
- Contacto con metales pesados.
- Falta de exposición al sol.
- Sedentarismo y exceso de peso.
La prevención pasa por revisiones periódicas a partir de los 45-50 años, pruebas de cribado (PSA y tacto rectal) y hábitos de vida saludable.
El tabú debe romperse: una revisión urológica puede salvar vidas, igual que lo hacen las mamografías en el caso de las mujeres.
La “brecha vital”: el verdadero sexo débil
Todos los indicadores apuntan a lo mismo: el verdadero “sexo débil” es el masculino.
- Viven menos años.
- Sufren más accidentes laborales (el 85% de los mortales en España).
- Se suicidan hasta cinco veces más.
- Sufren más muertes por cáncer de próstata, pulmón y colon.
¿Se imaginan que las mujeres vivieran siete años menos que los hombres? ¿Que fueran ellas quienes se suicidaran cinco veces más? ¿Que fueran mayoría en las estadísticas de muertes laborales? La reacción sería inmediata: investigaciones, campañas, legislación, programas masivos, presión social. Pero cuando los afectados son hombres, reina el silencio.
Conclusión: igualdad de verdad o discriminación perpetua
No se trata de restar importancia a la salud femenina ni de cuestionar las campañas contra el cáncer de mama. Todo lo contrario: su éxito demuestra lo que se puede conseguir cuando se destinan recursos, medios y voluntad política.
Lo que se denuncia aquí es el agravio comparativo y la discriminación estructural contra los hombres, cuyo derecho a la salud ha sido sistemáticamente ignorado.
El pasado 11 de junio, Día Mundial del Cáncer de Próstata, pasó absolutamente desapercibido. Ni políticos, ni medios, ni instituciones lo pusieron en el centro de la agenda. Y, sin embargo, ese día deberían haber sonado todas las alarmas: el silencio mata, y está matando a miles de hombres cada año.
La igualdad real exige reconocer que los hombres también son vulnerables, que su salud importa y que su vida vale tanto como la de cualquier mujer. Si no lo hacemos, estaremos perpetuando una injusticia histórica y, en la práctica, aceptando que los hombres sigan muriendo antes, en silencio, invisibles.
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