En términos populares decimos de una persona con comportamientos infantiles que “le falta un hervor” El psicólogo Dan Kiley, en 1983 le dio nombre científico: “síndrome de Peter Pan”. Este síndrome se refiere a adultos que evitan asumir las responsabilidades que conlleva el paso a la madurez, prefiriendo vivir en un mundo infantilizado en el que todo se lo dan hecho.
Hoy, en un paso más en el camino de regreso al útero materno, nosotros, humanos del siglo XXI, aplacamos nuestras carencias psicológicas y nuestras faltas de “un hervor” metiéndonos un chupete en la boca. Cualquier cosa menos aceptar y asumir las responsabilidades inherentes a la madurez. Es más tierno chupar el chupete y que mamá te acueste arropándote y con un vasito de leche calentita.
Las evidencias no es necesario demostrarlas. Una evidencia que no necesita demostración es la que nos dice que la capacidad craneal del hombre de Neanderthal era de 1,520 Cm3 y la del Cromañón de 1,600, alcanzando en algunos casos los 1,900. Como verán muy superior a la capacidad del hombre moderno que es de 1.400 de media. Esto coloca en una posición evolutiva a los neandertales y a los cromañones superior al hombre moderno. La regresión en el desarrollo de la madurez, parece confirmarlo con la llegada de la última evidencia: el chupete para adultos
Que es evidente y desde hace años que la humanidad retrocede en su madurez mental, lo saben los expertos. Cada cierto tiempo una nueva tendencia retrógrada viene a confirmarlo. Desde hace tiempo se sabe que la mentalidad de un hombre de hoy de 35 años es la misma que en los años 60 tenía un adolescente de 14. Esa mentalidad que adolece – de ahí la palabra adolescente – de la madurez mental y emocional en consonancia con la madurez física, ha retrocedido de forma alarmante, sobre todo en lo concerniente a la asunción de responsabilidad; hoy nadie es responsable de nada. También en la relación interpersonal los hombres y mujeres de hoy, mediatizados por los móviles y redes sociales, se comportan como adolescentes mal criados. El esfuerzo, la dedicación, la determinación y el mérito, unidos a una ausencia de responsabilidad, característicos de un adolescente son la seña de identidad del adulto de hoy. Y una nueva gilipollez, característica de una sociedad con el síndrome de Peter Pan, acaba de llegar: El chupete para adultos. Si señores, ¡el chupete para adultos!
Este chupete es mágico, no solo en su mecanismo, simple y maravilloso mecanismo. Sino en los resultados de su succión adulta. Resulta que, por lo declarado por quienes, una vez probado ya no lo sueltan jamás; las crónicas hablan de cómo, incluso en el trabajo, ha demostrado ser muy útil en la función de calmar y desestresar a los hombres y mujeres que lo chupan al tiempo que realizan su trabajo. Así se puede ver una señora de 45 años trabajar frente a su ordenador chupando ostensiblemente su chupete y a un currante del cemento subido en el andamio poniendo ladrillos mientras chupa con fruición el chupete contra el estrés. Porque, señores, el chupete para adultos y según los expertos, además de reducir el estrés, te hace retroceder a tu infancia, esa etapa de la vida absolutamente libre de responsabilidades, absolutamente feliz; te provoca una sensación de tranquilidad, mejora el sueño, te da seguridad -la seguridad del claustro materno – y te provoca una dulce nostalgia.
Como verán, esta sociedad del siglo XXI, paradigma del “progreso”, no lo es tanto cuando los ciudadanos quieren retroceder a su etapa, no ya de la infancia, sino de la acogedora, cálida y segura estancia en el claustro materno.
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