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Juan Pérez de Mungía: «Muerte de un viajante»

Juan Pérez de Mungía 10 Sep 2025 - 08:41 CET
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El maestro de la farsa no va a disuadirse a sí mismo de autopredicarse como el pravda del poder. Así es Lo Pais, el estratego putinesco. Por eso hace lo posible por sostener una narrativa periodística en la que se invierte, con total impudicia la verdad, y se substituye por la propaganda. Las cartas con balas para Iglesias y Marlaska, los encapuchados inencontrables que atacaron a Menas. La inteligencia artificial también sirve para hacer estallar una bomba en la cubierta de un barquichuelo de esa flotilla de la vergüenza que encubre el hastío occidental a base de esbirros, tan improductivos como aquellos que viven de la mamandurria, de  la mafia del tráfico de personas, o de la subvención pública. Afganistán fue el paraiso de los drogotas ingleses a libra mensual. Ni siquiera la policía tunecina ha confirmado el evento. El invento no habría hecho falta si hubieran querido hundir de verdad toda la flota, cuando ya están preparados para detenerlos una vez más en frontera.  Puestos a alimentar la propaganda, mejor habría sido hundirlo previo aviso piadoso. Pero no, sirve mejor a la causa inventarle una bomba que impedirles el acceso a la farsa palestina que administra Hamás.  Una farsa extensa para creyentes e incautos. La oligarquía del periodismo coactivo y la miseria cultural de los mediocres. ¡Luchamos Sancho contra la ignorancia, el miedo, y la injusticia! El incansable trabajo por destruir identidades y administrar la evidencia para impedir la verdad. La verdad siempre llega tarde a ignorantes e irreflexivos.

Esa oligarquía periodística pertenece a esa especie tan nacional de emplear dos varas de medir, entre el prostibulario cacique de la Moncloa, que ha venido ejerciendo de millonario por procuración de su suegro, y los devaneos de Trump, cultivando esa pasión tan arraigada de quien cree que existen cruciales diferencias entre hombre y mujer, entre Begoña y Melania. El pecado frente a la tentación. ¡Vade Retro Satanás! Entre el puterío de Sánchez y el cutrerío de sus conseguidores prostibularios, y el aciago destino de la patria de la mano de los trampantojos de Zapatero y la tenacidad de quien se resiste a una muerte anunciada. ¡Vade Retro Satanás! Entre vivir de esa especie nacional de los chaperos de oficio, cuál émulos del chapero de Arrieta, y el concurso de hembras que capitalizan el coño con disimulo y alevosía. ¡Vade Retro Satanás! Sánchez saca con el mismo disimulo y alevosía a su ejército de hembras de la Moncloa para prohibir el negocio del que ha vivido, en el que se solazan sus ministros y clientes. ¡Ojo! ¡Solo la prostitución de las hembras!

Y ahora redivivo desde la trinchera, Sánchez resucita y regurgita su típico discurso de la desmemoria. Él, amenazado por Pegasus, enarbolando la bandera palestina para que Israel caiga en la misma tentación de los estúpidos de occidente alimentando la barbarie de Hamás a cuenta de la presunta compasión de la que occidente y Sánchez carecen. No traigas desarrollo al talibán. Respeta las creencias de sus antepasados para prevalecer en el orden del mundo. ¿Que creen estos necios que pasaría si triunfara el islamismo tribal con sus hembras y sus culos y la implantación de la comida halal?. No todo el mundo se parece al Goytisolo promarroquí. Ni puede mantenerse en nómina a una nación inventada.  Se llora por lo que se ve, pero no se llora por lo que debería saberse. Menos aún cabe llorar por los hijos de los padres que les mandan a la muerte. Hacer hijos para Hamás sale gratis y los mártires generan pensiones a sus familias. Sánchez apuesta por caballo perdedor porque nadie puede dar tregua alguna a quien le amenaza y le asesina, a la organización que alimenta a sus terroristas  y administra con mano de hierro el hambre de quienes les sirven como escudos humanos. Todas las guerras tienen sus víctimas; la aspiración de las supuestas víctimas es vivir de sus verdugos, sobrevivirlos, hasta poder ejercer su venganza.

Sánchez es ese delincuente caracterial cuya absoluta desmemoria no responde a una pérdida fugaz de conciencia, sino a la de un ególatra cuya contumacia invalida ese brocardo latino «venire contra factum proprium nulli conceditur». Nadie está autorizado a ir contra sus propios actos. Pero podría evocarse aquel otro que se expresa en que «nadie puede aprovecharse de su propia torpeza». Sanchez SI. Hamás también. ¿Por qué no apostaron por el desarrollo de la franja de Gaza en lugar de construir tuneles para cometer sus asesinatos con la inmensa, casi infinita ayuda occidental? ¿No merecía la pena hacer hoteles para turistas?, y para, ¿sus asesinos?.  Sánchez morirá del mismo modo que muere el suicida Willy Loman en Muerte de un viajante, en una muestra de temprana senilidad, creyendo salvar al partido que tanto ha contribuido a destruir. El PSOE es un partido en descomposición;  lo peor, es que el PP hace todo lo posible por imitarlo. ¡Qué lucidez Feijoó con su registro de pirómanos!

Entretanto, hay gente que se suicida por el diálogo con una hembra artificial, gente que se inmola por la promesa de un paraíso de vírgenes, gente que asesina al descubrir que su paranoia es como la de Sánchez, verosímil. Substituida la fuerza de trabajo por máquinas, en el horizonte de la substitución humana por analfabetos y bestias, en el horizonte de la información administrada, resuenan recurrentes las palabras del Nobel sabio Herbert Simon en «Las ciencias de lo artificial». Administrar la realidad, en lugar de atenerse a ella, verum ad facta. La inteligencia es artificial, la verdad también. Decir lo que sucede puede ser tan revolucionario como decir lo que no sucede, con la crucial diferencia de que hablar de lo que no sucede tiene un coste infinitamente menor de producción, que lo contrario. Después de todo no hacen falta reporteros de lo que no sucede. Y se requiere menos inteligencia para creer lo inverosimil que para pensar lo verosimil.  Menos aún cuando de la verdad se trata. El drama es que hay que pensar. Siempre triunfa implantar la verdad, mas que atenerse a ella. Sed de mal. Epítome de Sánchez.

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