Cada día echamos más por tierra los valores morales de la sociedad, apreciando menos los principios ideológicos que nos debian servir de guía en nuestro discurrir diario y en nuestras relaciones con el resto de la sociedad. Todo ello a causa de un malsano proceder político que nos pretende convencer de la bondad de una conducta terriblemente reprochable.
Es una actitud grotesca esa de ciertos políticos que consideran asesinato ciertas matanzas a seres humanos que a ellos interesan y, a los que no, son consideradas obras de misericordia. Así, que Putin mate a cientos de miles de soldados, por un capricho suyo, no quiere que lo tomen como crímenes, se regocija en ello y, los de su calaña, la izquierda radical que está a la que salta para violentar actividades deportivas, como carreras ciclistas, o enviar embarcaciones a países en litigio o revueltas en cualquier rincón del mundo y no se les ocurre la menor protesta a los atroces asesinatos que realiza con total maldad a tantos seres humanos en la llamada guerra de Ucrania.
Pero es que, sin guerra y sin irnos tan lejos, en España se consienten estos asesinatos, por el gobierno que nos toca padecer, como si fueran un divertimento, la matanza de miles de niños, bien en su etapa embrionaria o fetal. Son más de cien mil anuales. ¿Es que no tienen vida en esos momentos? ¿Es que jugamos a ver quien mata a más? ¡Qué poca dignidad tienen los políticos, cuando la vida carece de valor para ellos! Pero que poca dignidad tienen también las madres que ordenan matar a sus hijos con esa alegría.
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