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España al revés: un Estado que mima y cuida con esmero a los extraños y castiga a los suyos

Carolus Aurelius Cálidus Unionis 28 Nov 2025 - 17:11 CET
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“Dios nos libre de gobernantes que creen que el pueblo es su hacienda.
Que dar al que no dio es robar al que dio.” Quevedo.

Si viviera hoy, la pluma de una sátira aguda como la de Quevedo diría algo así:

“Dieron al extranjero techo y manteca,
y al propio hijo solo migaja seca.”

“Al que vino ayer, el lecho nuevo;
al que peleó años, coronas de viejo.”

“No hay asilo que humille al ciudadano,
pero al errante lo acogen de temprano.”

“Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos… había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado… todas estas cosas había una vez, cuando yo soñaba un mundo al revés” —Gloria Fuertes

Si Gloria Fuertes hubiera vivido la España de 2025, sin duda habría sonreído sardónicamente ante nuestro país al revés: un Estado que presume de recaudación récord mientras su gente sufre retrasos en ayudas, paga impuestos estratosféricos y ve cómo su seguridad económica se evapora. Un país donde lo surrealista es la norma, y donde la burocracia y la política parecen competir por ver quién administra con más ironía a costa de sus propios ciudadanos. La “solidaridad telescópica, con mando a distancia” de la que habla el libro Casa desolada, en el que Charles Dickens describe a la perfección esta política: se cuida y mima a los extranjeros desde la lejanía (también a los que nos visitan) mientras se ignora, abandona y castiga al contribuyente que sostiene el sistema.

La deuda: un monstruo que nadie controla

Mientras el gobierno de Pedro Sánchez se ufana de recaudar más que ningún otro Ejecutivo, la deuda pública real hace meses que superó los dos billones de euros, según análisis independientes, AIReF y medios como Business Insider y El Diario de Madrid. La cifra oficial maquillada es menor, como ya es costumbre: mentir a la población y a Bruselas se ha convertido en rutina.

Tres años sin presupuestos generales del Estado, sin previsión de gastos ni ingresos, mientras la deuda crece y la “cesta de la compra” de los ciudadanos se dispara. La burocracia de Bruselas recibe informes maquillados y los fondos de la UE permanecen sin gastar, a un mes de finalizar el año.

¡España al revés! Donde se presume de riqueza que no se ve y se ignora la fiscalización parlamentaria más básica.

Hablando de «deudas»: la deuda histórica es una patraña

Quienes recurren al pretexto de la “deuda histórica” para financiar el desarrollo de otros países o acoger a quienes llegan a Europa, procedentes de aquellos lugares, equiparan responsabilidad colectiva con culpa heredada. Pero la experiencia demuestra lo contrario:

– Corea del Sur, Irlanda, Singapur —países que prosperaron sin ayudas externas sino con reforma interna.
– España misma: tras la ruina civil y la guerra, pasó a ser potencia industrial entre 1959 y 1975 gracias a políticas acertadas, no a subsidios internacionales.

El desarrollo real no proviene de la caridad universal, sino de la capacidad de un Estado para gobernar, ordenar, invertir, incentivar y proteger su industria y su ciudadanía.

La idea de la solidaridad obligatoria es, en el fondo, una excusa moral para disfrazar incompetencia, clientelismo y mala gestión.

Asistencia a inmigrantes vs ciudadanos: la inversión desigual

Esta disparidad no es casual: la clase política prefiere una población dependiente y dividida, mientras contratos de gestión de migrantes alimentan a consultoras, ONG y mandos intermedios.

Así, los ciudadanos, con razón, sienten que pagan por los privilegios ajenos mientras luchan por sobrevivir bajo la desidia estatal. La solidaridad obligatoria funciona a distancia y sin esfuerzo: se activa con mando a distancia para unos y no existe para otros.

Sanidad, educación, ayudas y gasto exterior: estadísticas del despropósito

Sanidad: el milagro inverso

La muela del ciudadano duele más que su cartera; la del recién llegado, no duele ni al gobierno ni al contribuyente. ¡Bravo!

Educación-enseñanza: escuela de paradojas

El lápiz del nativo astilla más que su paciencia; el del recién llegado, brilla en oro imaginario.

Ayudas y subsidios: la balanza torcida

Concepto
Ciudadano español
Migrante / Refugiado
Subsidio por desempleo
Espera 5‑7 semanas, debe justificar búsqueda activa
Automático desde el primer día
Crédito Universal / ayudas sociales
Condicional, sujeto a sanciones
Garantizado, sin prueba de medios
Alquiler social
Listas de espera largas, prioridad limitada
Garantizado, alojamiento inmediato
Tarjeta prepago para gastos
No disponible
Automática, recarga semanal, comidas, higiene, ropa

La burocracia aplasta al ciudadano, mima al extranjero: ironía administrativa en su máxima expresión.

Inmigración masiva y menas: un paraíso administrativo

La paradoja española: un inmigrante tiene más derechos que un español que ha cotizado toda su vida.

Gasto exterior y misiones militares

Se gasta en guerras ajenas mientras los ciudadanos pagan más por luz, alimentos y servicios básicos.

Gasto social por nacionalidad

Solidaridad obligatoria convertida en sátira: se protege al recién llegado, se castiga al contribuyente. La solidaridad telescópica funciona solo para quien el Estado decide mimar.

El milagro español de posguerra: contraste brutal

Entre 1950 y 1975 España vivió un milagro económico: infraestructura, industria, educación, estabilidad fiscal y crecimiento sostenido, gracias a gobiernos eficaces y prudentes. Hoy se despilfarra, se incrementan impuestos, se manipulan datos y se ignora la fiscalización parlamentaria. La comparación duele y evidencia la irresponsabilidad actual.

Si los españoles de antaño levantaran la cabeza, llorarían de indignación y reirían de incredulidad ante semejante caos administrativo.

Comparación con Europa y Estados Unidos

La España de Sánchez lidera el surrealismo administrativo: solidaridad obligatoria para extranjeros, burocracia infinita para nacionales.

Manipulación de datos y control de la información

Basta de justificar, blanquear o maquillar la realidad. La ciudadanía no es tonta; la España oficial sí lo es.

Conclusión mordaz al estilo de Don Francisco de Quevedo

¡Ah, patria al revés!

Basta de blanqueo, de mentiras y de excusas: la España de hoy merece responsabilidad, transparencia y justicia, antes de que el surrealismo administrativo nos engulla a todos.

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