Ha muerto Don Alfonso Ussía, príncipe de la sorna, y delfín de la mordacidad. Ha muerto el último de los poetas de la causticidad y se ha ido dejando el listón de la poesía satírica a un nivel, que Quevedo y Góngora lo habrían incluido en sus círculos más cercanos para tratar de la vida con burla y humor. Ha muerto el último aristócrata de cuna y plumilla, a quien nunca nadie calló y quien de todos habló con retintín y guasa. Nos ha dejado un poeta superlativo, que sublimó la ironía dotándola de máxima expresividad. Ha muerto don Alfonso Ussía.
Su pertenencia a una familia noble, su padre fue Conde de los Gaitanes, le llevó a conocer la vida de las altas esferas de la aristocracia y de la política entre su pueblo de Cantabria, San Sebastián y Madrid. Desde siempre fue un defensor acérrimo de la libertad y de España – su lucha contra el terrorismo de ETA fue constante-, fue monárquico de Don Juan y fiel seguidor de los debates literarios del Café Gijón que florecieron tras acabar la Guerra Civil. Pero lo que a él más le gustaba era retratar la vida, la naturaleza, la filosofía, la vida en general, pero siempre con humor y con la sátira que siempre le caracterizó.
Decía que la poesía ayudaba a llevar la vida de otra manera y que uno de los problemas que tenía la España actual era precisamente la falta de talento, traducido en la falta de poetas burlones, sarcásticos y satíricos como dignos herederos de la poesía española del Siglo de Oro, o de los poetas españoles, hambrientos, de la posguerra. Esos poetas golfos y malditos a los que se refería en sus libros “Coñones del reino de España” y “Bohemios y Malvados”, en los que muestra la lengua mordaz de los poetas españoles a los que alude.
Hablaba con frecuencia de don Pedro Muñoz Seca, su abuelo materno, que fue asesinado en Paracuellos del Jarama el 28 de noviembre de 1936, por el Frente Popular. En referencia a él, y a su ingenio talentoso, decía que cuando llegó a Madrid se alojó en un piso de esos donde los porteros llevan toda la vida ejerciendo de lo mismo. Tal es así, que los ancianos murieron con muy poca diferencia de meses al poco tiempo de llegar él. El hijo de los mismos, que heredó el puesto, le pidió a Don Pedro que compusiera un poema sencillo en reconocimiento a sus padres. Don Pedro no los conocía mucho, pero accedió y escribió lo siguiente: “fue tan grande su bondad, tal su laboriosidad y la virtud de los dos, que están, con seguridad, en el cielo junto a Dios”. De esta forma salió airoso del encargo y el sobrino satisfecho, pero el señor obispo no lo aceptó porque dijo que Don Pedro no era nadie para decir que los difuntos estaban junto a Dios. Entonces Don Pedro dio una segunda opción en la que decía: “fueron juntos los dos/ el uno del otro en pos/ donde va siempre el que muere/, pero no están junto a Dios/ porque el obispo no quiere”. Como era de suponer, el obispo tampoco dio el visto bueno, con lo que Don Pedro escribió su opción definitiva: “flotando sus almas van/ por el éter débilmente sin saber lo que harán/, porque desgraciadamente ni Dios sabe dónde están”.
El ejemplo anterior es totalmente paradigmático de lo que representaba un día ordinario en la vida de Alfonso Ussía. El poema como forma de vida, sino lo escribía él, siempre tenía una referencia de algún poeta guasón al que aludir. En una ocasión, haciendo alusión a los discursos largos y aburridos, contó la anécdota que protagonizó el poeta Federico Muelas un año que le encargaron un pregón se que hizo eterno. Al año siguiente el también poeta, Manuel Alcántara, dijo en referencia a lo sucedido el año anterior: “En el portal de Belén habló Federico Muelas, al terminar todas las pastoras eran abuelas”.
Don Alfonso gustaba de recordarnos de forma recurrente que el español es un personaje único y singular para meter la pata de forma continuada, para ilustrar esto citaba a Manuel de Palacio con el siguiente ejemplo: “Oriénteme usted querido, ¿quién es esa horrible vaca que al pasar le ha sonreído?”, a lo que responde: “se lo diré caballero, es doña Julia Terrón hija del duque de Ampuero y madre de este ternero que está a su disposición”. En Don Alfonso todo era jocoso y burlesco.
En una ocasión le entrevistó Josema Yuste en un tono en el que ambos se movían con total fluidez, al acabar la entrevista, Josema le pidió a Ussía que le recitase un poema. De forma espontánea, Don Alfonso, le recitó unos versos que parodiaban el poema “La casada infiel” de Federico García Lorca, el original dice lo siguiente:”Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela,/ pero tenía marido./ Fue la noche de Santiago/ y casi por compromiso”. La versión que Ussía recitó fue la siguiente:”Yo me la llevé al río / creyendo que era mozuela / y resultó ser un tío / que por poco me la cuela”. Con esa espontaneidad y audacia pasó la vida Alfonso Ussía.
Admiraba la cultura y el carácter satírico de Agustín de Foxá, que fue diplomático aparte de poeta, y estuvo destinado en la embajada española de Roma en tiempos de Mussolini. El yerno del Duce, Galeazzo Ciano, en una ocasión, en la que Foxá estaba en una recepción bebiendo un whisky tras otro, le dijo: “Foxá a su excelencia le va a matar el alcohol”, a lo que Foxá contestó: “y a su excelencia le va a matar Marcial Lalanda”, que fue un afamado torero y se lo dijo porque su mujer era un tanto disoluta y, por lo tanto, Ciano tenía fama de cornudo. Foxá fue cesado ante tal afrenta.
Anécdotas de este estilo contaba Ussía a todas horas y en el lugar en el que se encontrase, como la que enseñaba para explicar cómo fue conocido, Luis Sánchez Polack “Tip”, en los círculos intelectuales del Café Gijón. Un día enviaron a Tip a una boda de un tal Senén a quien no conocía nadie, cuando volvió de la celebración le preguntaron por la boda a lo que Tip respondió: “En la boda de Senén hubo pastas, dulces, frutas, maricones y hasta putas, en fin, estuvo muy bien”. Esto le sirvió, a Tip, de carta de presentación, y a la vez de aceptación, para los conservadores del Café.
Muy crítico fue durante los últimos años con las leyes del Ministerio de Educación, las cuales han ido año a año despreciando a las letras y las humanidades. Con tal motivo, contaba una anécdota que sucedió cuando el Ministro franquista José Solís decía que en los colegios debía implantarse más deporte y menos latín. El profesor, filósofo y político Adolfo Muñoz Alonso, en una ocasión, le contestó: “Señor ministro no se ponga usted así con el latín porque gracias a él, ustedes los de Cabra, se llaman egabrenses…”.
Alfonso Ussía apelaba a los poetas golfos, maestros del ingenio y del engaño con la palabra, poseedores de un talento propio de otra época. Y como decía, en referencia a los políticos actuales, los de derechas siguen llorando sus propios complejos, los socialistas se quejan de lo caros que son los colegios americanos e ingleses y los comunistas juegan al golf en Marbella. Así ha quedado España. Pero como a él le hubiese gustado, no podemos terminar de una forma tan solemne y triste, para ello expongo un poema que contaba con singular desparpajo: “Te quiero jo, te quiero jo, te quiero joven y bella. Como una pu, como una pu, como una pura doncella. Tocar las te, tocar las te, tocar las teclas del piano”.
Seguro que en el Cielo tendrá una audiencia digna a la que haga pasar buenos momentos. Descanse en paz Don Alfonso.
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