Hemos amanecido al aniversario de la República Española con la noticia de que el Rey de España, que se encontraba en Botswana sin conocimiento de la opinión pública, ha tenido un accidente de caza cuando se encontraba matando elefantes.
En un plazo de quince días, el Rey y su nieto Froilan han tenido sendos accidentes relacionados con las armas y la afición cinegética de los miembros de la Familia Real. —El Rey, la caza y la República—
Poco que decir de los gustos y aficionados de los miembros de la Corona. Matar elefantes es una actividad socialmente criminalizada y penalizada en muchos países. Es una especie en vías de extinción. Que cada uno saque sus conclusiones.
Máxime en una época de profunda crisis y depresión de la sociedad española que asiste a este tipo de noticias con perplejidad. ¿Están los tiempos para que los niños jueguen con escopetas y el Rey se desplace clandestinamente a matar elefantes?
La noticia, la anécdota, toma dimensión de categoría entre otras cosas por el momento de crisis que rodea a los miembros de la Familia Real.
El yerno del Rey, Iñaki Urdangarín, está siendo objeto de un proceso penal para delimitar sus responsabilidades en un insoportable caso de corrupción en el que cobró sumas millonarias facturadas a instituciones públicas.
Ese dinero, según las investigaciones, se movió en cuentas opacas en paraísos fiscales. ¿Será también Iñaki Urdangarín beneficiario de la Amnistía fiscal o tendrá la vergüenza y la dignidad de devolver el dinero mal habido?
La Monarquía española está en crisis. Y la prudencia sería el mejor consejo para sus comportamientos públicos y privados.
Pero es responsabilidad del Rey y de sus miembros la actitud que decidan tener en el manejo de sus asuntos. Y la opinión pública tiene el derecho y el deber de analizar esos comportamientos.
Siga leyendo en el blog de Carlos Carnicero.
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