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EL CORTITO DE KARADAGIÁN

Rajoy vuelve a tropezar con la pesada herencia de Aznar

La única que manejó esta crisis con inteligencia fue Cospedal que tuvo el detalle de ponerse del lado de las víctimas

Luis Balcarce 13 Ene 2017 - 13:31 CET
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El Yak-42, como todos los desastres que Rajoy heredó del aznarismo, son como esas viejas bombas de la Guerra Civil sin explotar que una vez desenterradas obligan a desalojar la zona a varias manzanas a la redonda.

Lo que le ocurre al PP es que, dada su incapacidad genética para gestionar las tragedias, al final casos como el Yak-42, el 11-M o el Prestige le terminan ocasionando serios daños en forma de dimisiones, indemnizaciones en diferido e imputaciones judiciales de largo calvario mediático. —¿Va a convertirse Aznar en un problema de los gordos para el PP?

Al igual que la Gürtel, la Púnica y las tarjetas ‘black’, el accidente del Yak era una de esas bombas sin desactivar que el PP tenía enterradas bajo un volcán judicial esperando el momento propicio para estallar. —¿Qué quiere ser Aznar de mayor?

En lugar de desactivarlas a tiempo, Rajoy cometió el error de almacenar esos artefactos explosivos con la pasión de un coleccionista. —El PP especula escamado sobre las oscuras intenciones de Aznar con Soraya

Fue escuchar el tic -tac del Yak-42 activado con un filtración a El País de un informe del Consejo de Estado, sin carácter vinculante, para que en el PP salieran corriendo presas del pánico por las puertas de emergencia.

El informe responsabilizaba al Ministerio de Defensa del siniestro ocurrido en 2003 en Turquía en el que fallecieron 63 militares españoles.

Elaborado por Fernando Ledesma, un ex ministro socialista cercano a José Bono, además buscaba un tiro por elevación: el cese de Federico Trillo como embajador en el Reino Unido y frustrar su intención de reincorporarse a su plaza de letrado del Consejo de Estado que ganó mediante oposición. Lo primero está conseguido, lo segundo está por verse.

Trece años después del accidente en Turquía, algunas cosas siguen como siempre:

La única que manejó esta crisis con inteligencia fue Cospedal que tuvo el detalle de ponerse del lado de las víctimas.

Los escribas del ‘marianismo’ han visto la salida de Trillo como una cadáver político más que se apila en el armario de Rajoy. Aplauden que los vaya liquidando uno a uno, como en el viejo Oeste.

Es probable que acierten porque el sacrificio de Trillo no será llorado por nadie. Pero olvidan calibrar el coste político que tiene presenciar a todas horas en las televisiones la procesión de un PP arrepentido por su pasado y pidiendo perdón a cada paso.

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