Los 4 motivos por los que Iglesias no llegará tan lejos como Tsipras

1. Grecia no es España. Afortunadamente. Ellos han sido intervenidos en dos ocasiones y llevan casi cinco años en manos de la Troika. Su realidad es la de un país devastado cuya economía no parece reaccionar a estímulo alguno y cuyos indicadores son, todos, también el desempleo, mucho peores que los españoles. Si a esto le añadimos la humillante vigilancia internacional a la que llevan años sometidos y un tratamiento diplomático de país paria, obtenemos el caldo de cultivo óptimo para un resultado como el del domingo. La realidad española, aún siendo grave, no es la griega.

2. Y aquí falta un año para votar. Un año cuyo crecimiento, según todos los indicadores, será del 2% del PIB; aunque de Guindos confesaba que podría estar más cerca del 3 que del 2. En cualquier caso, el mayor de la Unión Europea. La tasa de paro seguirá bajando y para la cita electoral probablemente haya medio millón más de españoles trabajando. Las bajadas de impuestos que ya ha decidido aplicar el Gobierno pueden hacer, por fin, tangible la recuperación. Y esto, ya se sabe, sería catastrófico para los intereses de Podemos.

3. Además de todo lo anterior, Pablo Iglesias ha perdido sex-appeal. Ya no es la rockstar que volvía locas a las groupies. Aquella entrevista con Ana Pastor en El Objetivo devolvió a Iglesias al mundo real. Él mismo lo reconoció. Y ya nada fue igual. Restringieron drásticamente las apariciones públicas y se refugiaron en los cuarteles de invierno. Luego vinieron las corruptelas. De todos. De Iglesias, de Monedero y de Errejón. Y el lío de la novia en Rivas. El sábado en la La Sexta Noche, Iglesias se mostró inusualmente nervioso y agresivo. Eduardo Inda le hizo perder los papeles y en tuiter arreciaron las críticas. Según revela Periodista Digital, «la comitiva que le acompaña abandonó el plató con cara de funeral». Para colmo, el progreso en las encuestas se ha frenado en seco. Han tocado techo. Probablemente han agotado todo el margen de crecimiento. La época de alegrías demoscópicas -y sus beneficiosos efectos en la intención de voto- también ha terminado.

4. Y por último, Syriza. Iglesias, llevado por la euforia, ha cometido un error estratégico grave: se ha asociado públicamente con Alexis Tsipras. Él es Tsipras y Podemos es Syriza. La imagen de los dos líderes abrazados en el mitin ha recorrido Europa. La asociación está hecha. Por tanto, los movimientos de Syriza en Grecia serán vistos, a partir de ahora, como una réplica en retrospectiva de lo que haría Podemos en España. Esto es, Iglesias ha cedido involuntariamente parte importante de su crédito político a una formación en guerra abierta con la Unión Europea. Una formación que, como la española, ha situado sus expectativas en un lugar inalcanzable. Bruselas y Berlín no cederán; tendrá que hacerlo Atenas. Y si no lo hacen, se arriesgan a ser expulsados de la Unión. Con ese dramático cartel podría presentarse Podemos a las generales.

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