La huelga de los controladores aéreos no gozaba de tanto seguimiento teórico como se ha querido hacer ver. El presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, aseguraba que él conocía personalmente a unos cuantos y que le hicieron llegar el mensaje de que por ellos irían a trabajar, pero el problema eran las presiones desde Madrid y Barcelona.
Y es que, independientemente de filias y fobias políticas, hay controladores que reconocen que ganan un pastón, que les gusta su trabajo, pero que es un gremio tan cerrado que no se permite la más mínima fisura. Una actitud noble también la del mandatario insular de CC por no hacer sangre con todo el colectivo, sino focalizar las críticas donde debía.
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